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Columna
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Productividad económica y empresarial

El crecimiento económico de un país no solo depende de las cantidades de inputs acumulados y empleados de capital y de trabajo, sino también de la eficiencia con que se es capaz de combinarlos. Fue Robert Solow, Premio Nobel de Economía, quien sentó las bases teóricas para argumentar tal relevante conclusión. Es decir, se trata de poder explicar ese componente de eficiencia, que se ha venido llamando el residuo de Solow, que se determina entre otros factores, por el progreso técnico

En este sentido, los principales efectos del progreso técnico son el de la mejora de la eficiencia de un país (aumentar más la producción por la utilización de los inputs de trabajo y capital), y el de mejora de la calidad (debido a la modernización productiva, cualificación y al mayor progreso técnico). En el actual mercado global, las hipótesis a contrastar deben fundamentarse en dos líneas principales: las nuevas posibilidades de intercambio y los mejores ratios de posicionamiento internacional. Para ello, es preciso ganar en productividad, para poder ser, inmediatamente, competitivo.

Sólo un tercio de las empresas manufactureras innovan

Las recomendaciones son obligadas: mejorar la productividad y aumentar la capacidad de ser competitivo, cuestiones que exigen una nueva, actualizada y ajustada organización industrial capaz de afrontar las nuevas condiciones y las reglas del comercio exterior.

La economía española ido avanzado en el proceso de convergencia con la Unión Europea tanto en el PIB como en el PIB per capita. Pero, en los últimos años, se ha avistado un lento crecimiento de la productividad y una escasa intensidad de la inversión en tecnología. Estas debilidades se pueden explicar desde diversas perspectivas o desde diferentes niveles de análisis, en función y dependiendo de si tomamos en consideración datos de orden macroeconómico o datos empresariales.

En lo que concierne a los datos agregados, la productividad relativa de España empeora su posición respecto a la media europea dado que el valor añadido por hora trabajada es menor que los índices americanos y que los promedios comunitarios, mientras que el diferencial más acusado es el obtenido en las actividades manufactureras. En lo que atañe a la intensidad del esfuerzo tecnológico español, éste ha venido creciendo de manera continua y regular, pero dicho aumento fue menor que el correspondiente al promedio de los países europeos mas prósperos.

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Si el análisis lo trasladamos a las empresas se ponen de manifiesto las relevantes diferencias que existen en función de los sectores. De una parte, solo alrededor de un tercio de las empresas manufactureras españolas innovan, según se afirma en el último informe de la fundación Cotec. A la vez, se advierte que respecto al gasto en I+D, los sectores más intensivos en innovación son básicamente los mismos en todos los países pero, en términos comparativos, existe un notable retraso innovador por parte de las empresas españolas

Las principales conclusiones revelan la importante brecha tecnológica entre España y las principales economías mundiales; y, al mismo tiempo, que la distribución es heterogénea a nivel sectorial, lo que subraya un bajo rendimiento de la inversión en I+D. Ello quiere decir, que no es suficiente aumentar la intensidad de las inversiones tecnología en determinados sectores (cuestión que se viene realizado con mucho énfasis desde el Gobierno de Rodríguez Zapatero), sino que es necesario mejorar el rendimiento de estas inversiones, de tal forma que los avances tecnológicos supongan y se transformen en mejoras en lo que atañe a la productividad

Al detallar el residuo de Solow, nos encontramos que la asignatura pendiente en España radica en cómo estimular a las empresas para que aumenten el rendimiento privado de sus inversiones, y así poder ser más competitivas y poder posicionarse, de mejor manera, en los escenarios internacionales. Los últimos datos lo avalan. Llama la atención la elevada correspondencia entre los sectores identificados como responsables del diferencial de eficiencia con su menor ratio de productividad y con su menor posicionamiento internacional.

En conclusión, el notable crecimiento del PIB per capita desde la entrada en la UE se ha debido, primordialmente, al aumento del empleo en sectores de baja productividad; mientras que el modesto aumento de la productividad del trabajo proviene del mayor uso del capital y no de mejoras en la eficiencia en el uso de los factores de producción. De continuar en esta línea, la capacidad de repuesta de la economía será muy limitada.

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