Un miedo subjetivo
Los encuestados dicen que la seguridad es el mayor problema de Barcelona, pero no perciben más delitos en su vida diaria ni acuden más a comisaría
Los barceloneses lo han dicho: la inseguridad es el principal problema de la ciudad. Lo refleja el último barómetro semestral municipal. No está tan claro, sin embargo, que sea el asunto que más les preocupa personalmente, o que les afecte en su vida diaria: cuando se les pregunta de esa forma, los robos y demás asuntos policiales caen a la tercera posición, por debajo del paro y las dificultades económicas. Lo que significa que, según los expertos, la percepción de la seguridad depende de muchos factores. Entre otros, de cómo se preparan las encuestas.
Josu Gondra es una de las personas que más sabe de esto en Cataluña. Coordina las encuestas sobre victimización y policía que cada año publica el Departamento de Interior. Gondra indica que la clasificación de problemas depende en parte de la coyuntura. Por eso le cuesta entender por qué la seguridad se ha alzado con el primer puesto si las entrevistas telefónicas (800) se realizaron en noviembre. Un mes sin ningún suceso destacable que disparara las alarmas. "Me llama mucho la atención. Es un síntoma y lo tendremos en cuenta, pero no cambiaremos el diagnóstico".
Ese diagnóstico afirma que Cataluña está, en cuanto a la percepción de los ciudadanos, en un periodo de "estabilidad" (ver gráfico) que se corresponde con la seguridad real, la de los datos policiales. De 1999 a 2003, Barcelona sufrió una "erosión" en la seguridad. Según la última encuesta, 20 de cada 100 ciudadanos aseguraron haber sufrido un delito en 2008. Y las estadísticas corroboran un ligero repunte (de dos puntos) en delitos denunciados.
Más allá de la eterna disputa (datos reales frente a percepción), Gondra realza la importancia del método. "No despreciamos el barómetro, pero 800 encuestas quizá no son muchas. El modo de preguntar es anómalo y discutible". Un ejemplo. Hay tres preguntas seguidas sobre cuál es el principal problema por cada ámbito geográfico (Barcelona, Cataluña, España). En el caso de Cataluña y España, la inseguridad ocupa puestos más discretos: sexto y octavo. "Es un fenómeno estadístico conocido. A no ser que sea alguien muy preocupado por la seguridad, nadie responde tres veces lo mismo", razona el experto.
Existe otro elemento curioso. En la encuesta barcelonesa, los vecinos de todos los distritos perciben más seguridad en su barrio (6,2 sobre 10) que en el resto de la ciudad (5,6). "Cuanto más conoces un terreno, más seguro te sientes. La gente que vive en zonas incluso conflictivas sabe lo que hay y no se deja llevar por fantasías o miedos infundados".
La inseguridad es "muy emocional". Por eso aparece con mucha fuerza en las preguntas abiertas. "Pero cuando la pregunta se cierra, la respuesta es más reflexiva. Si bajas a hechos concretos, como el tráfico de drogas, a veces incluso desaparecen de la lista".
La percepción, ¿depende de lo que pasa en la calle? ¿De lo que recogen los medios de comunicación? Un poco de todo. "Las encuestas no siempre coinciden con lo que transmiten los medios", razona Martin Kilias, catedrático de la Universidad de Zúrich, que asume la gran "influencia" que tienen para crear alarma en algunos casos. Aunque hay límites: una campaña mediática sólo es efectiva si lo que explica, dice, se corresponde con lo que el ciudadano percibe. Además, no todo el mundo lo vive de la misma forma. Hay personas más vulnerables. "El paradigma es la abuela que vive sola", explica Gondra. También, ciudadanos con escasos recursos o formación tienden a percibir más inseguridad en su entorno. Otro sector asocia la inseguridad a molestias prácticas: si le roban la cartera, debe renovar las tarjetas de crédito. Y eso es un engorro.
Un mito añadido es el de la crisis. No es automático que con crisis económica aumente la delincuencia. Más aún: fue en un contexto de bonanza (1999-2003) cuando, según las estadísticas, hubo síntomas de empeoramiento, tanto en los datos reales como en la percepción. El optimismo general, sin embargo, hace que se vea como mal menor. El problema, de nuevo, es que crisis y aumento de la delincuencia vayan de la mano. Pero no tiene por qué ser así.
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