Colectivos naturalistas compran terrenos para garantizar su conservación
Grupos de particulares alquilan o compran tierras para garantizar su conservación
"Los espacios naturales no pueden ser espacios aislados, los ciudadanos deben implicarse en su protección", explica Óscar Rivas, secretario de la Asociación Galega de Custodia do Territorio, que acaba de nacer en Lugo con la intención de convertirse en "referencia" de la defensa de la naturaleza por parte de la sociedad civil. "Queremos llegar a acuerdos con propietarios que se comprometan a cuidar sus terrenos o incluso a alquilarlos o cederlos para su conservación", explica. A cambio, los biólogos, veterinarios e ingenieros agrónomos de la asociación les brindarán asesoramiento técnico. Aunque constituida 2008, es ahora cuando la asociación comienza su actividad como entidad de custodia, figura mencionada por primera vez en la Lei de Patrimonio Natural de 2007.
Cataluña o Baleares llevan la delantera en organizar este tipo de colectivos
Es la iniciativa más reciente, pero no la primera. En Galicia existen diez colectivos que luchan, de forma voluntaria, por restaurar y conservar los valores naturales de territorios no siempre protegidos. Los hay de todos los tipos: especializados en el cuidado de los ríos, en la catalogación de aves o en la recuperación de murciélagos. En la comarca de O Ribeiro funciona desde 1997 la asociación Ridimoas, nacida como actividad extraescolar en la antigua Escola Laboral de Ourense. Empezaron recogiendo aves de presa heridas de bala y en la actualidad ya tienen bajo su custodia 500 hectáreas de terreno forestal en Beade, Leiro y Carballeda de Avia. Compran una hectárea por año, que con el sí de la Administración convierten en refugio de fauna. "Es el único lugar de O Ribeiro donde no se puede cazar ni pescar", presume Pablo Rodríguez, su presidente. Se hicieron con las primeras parcelas en 1988, que compraron después de que su iniciativa fuese reconocida con diversos premios en metálico. Además, cada socio -1020, algunos llegados de Canadá, Reino Unido y Alemania- aporta 10 euros al año, con los reúnen lo necesario para adquirir los terrenos.
A los propietarios, asegura Rodríguez, no hace falta llamarlos. "Saben que pagamos bien". También compran viñas abandonadas que luego ceden a los vecinos interesados en trabajarlas. "Aquí la gente está acostumbrada a la contraventa, hay viñas que pasaron por casi todas las familias", explica. Los vecinos, que al principio "se extrañaron", ahora colaboran con Ridimoas y les consultan "hasta para poner una estaca". El exhaustivo trabajo de catalogación que Ridimoas ha llevado a cabo permite, además, sacar conclusiones sobre la evolución de la fauna de O Ribeiro. "Aumentaron los jabalís, pero disminuyeron los conejos y perdimos por completo la perdiz", enumera. La reserva -"hay zonas, como las orillas del río, que ni pisamos, son muy sensibles"- se verá ampliada con un Centro de Interpretación do Ribeiro dedicado al estudio de la fauna y la flora de la comarca.
Parecida es la estrategia del colectivo lucense Numenius, que desde hace cuatro años alquila fincas en A Terra Cha con el objetivo de convertirlas en reservas para aves como el sisón o el alcaraván, ligadas a medios agrarios. Actúan mediante contratos privados con los propietarios de las tierras y hasta el momento han alquilado 29 hectáreas en Cospeito.
Del esfuerzo de sus voluntarios -biólogos, economistas o abogados- depende el Grupo Naturalista Hábitat, de A Coruña, que desde 1979 realiza "vigilancia, divulgación y estudio" sobre el medio natural. Uno de sus miembros, Ricardo Ferreiro -también encargado de A Mobella, la revista científica de la asociación- destaca el componente aficionado de sus voluntarios. "Durante la semana se dedican a su profesión y los fines de semana ayudan, sobre todo en ornitología". Los voluntarios están siempre alerta. "Denunciamos las acciones que perjudican el entorno", explica Ferreiro. Es lo que han hecho en la Lagoa de Baldaio, en Carballo, zona de descanso de aves migratorias, cerrada con compuertas desde el Prestige.
Entre las inquietudes de los voluntarios también están los murciélagos, que la Fundación Drosera cuida y estudia desde 2005, y que constituye una de las experiencias de custodia más singulares de Galicia, donde implicar al ciudadano es esencial porque, apunta Óscar Rivas, "gran parte del territorio está en manos privadas". Eso sí, si se compara, son otras comunidades, como Baleares o Cataluña -donde funciona la Xarxa de Custódia del Territori- las que llevan la delantera.
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