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Medio Rural repuebla con especies no autóctonas espacios protegidos

Los árboles foráneos son más combustibles y no restituyen la biodiversidad

"Los pinos ya se habían comprado, así que no pudimos evitar que los plantasen", cuenta José Antonio, comunero de Ferramulín, en O Courel. Hace un año y medio llegaron a sus montes técnicos de la Xunta -con la que los comuneros firmaron un convenio hace diez años- y empezaron a roturar. "Nos dijeron que plantarían robles, pero llegaron pinos", asegura el presidente de la comunidad, Pedro Fernández, que dice sentirse "ninguneado" por el modo en que se han llevado a cabo algunas repoblaciones forestales en O Courel.

Como la Serra do Xistral, también en Lugo, o la ría de Ortigueira, O Courel es uno de los espacios naturales integrados en Red Natura 2000. En ningún caso el régimen de protección ha impedido que se repueblen estos espacios con especies foráneas como el eucalipto o el pino. En O Xistral y Ortigueira abundan, además, los aerogeneradores para la producción de energía eólica. "La última reforestación con pinos en O Courel se hizo hace tan sólo unas semanas", recuerda Orlando Álvarez, portavoz de SOS Courel. Uno de los montes repoblados, el de Ferreirós, fue devastado por un incendio en 2008. Ardieron unas 70 hectáreas de pinos plantados cuando O Courel era ya Lugar de Interés Comunitario (LIC) y parte de Red Natura. Consultado por este periódico, Medio Rural no ha facilitado información sobre las repoblaciones ni las cantidades invertidas.

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"En los aspectos básicos, las políticas forestales han sufrido muy pocos cambios, y los objetivos de la nueva Xunta todavía no se manifestaron", explica Francisco Dans, presidente de la Asociación Forestal de Galicia. La Ley de Montes en vigor está pendiente de reforma -el bipartito intentó renovarla sin éxito y el actual gobierno ha anunciado un borrador para 2010- y sólo dos de los seis Parques Naturales gallegos, los de O Xurés y Monte de Aloia (Pontevedra) tienen aprobado el Plan Rector de Usos e Xestión (PRUX). En el caso de Aloia, "se evitará la introducción y proliferación de especies distintas a las autóctonas" con el fin de conservar la biodiversidad y los hábitats naturales. En los Parques Nacionales -en Galicia solo hay uno, el de las Illas Atlánticas- se prohíbe terminantemente la introducción de especies foráneas.

La Xunta convoca desde 1993 ayudas para promover la plantación de frondosas autóctonas -como el roble, el fresno, el haya o el castaño-, pero también de coníferas. La reforestación con eucalipto y pino como ha crecido a la sombra de estas subvenciones. No en vano, en 1990 se repoblaron 2.683 hectáreas de coníferas y ninguna de frondosas. En 2002 fueron 1.617 las hectáreas plantadas con coníferas y 160 con frondosas o, lo que es lo mismo, por cada 10 hectáreas de las primeras se plantaba una de las segundas.

Para Xosé Alfredo Pereira, presidente de la Organización Galega de Comunidades de Montes Veciñais, el año 2005 marca el antes y el después de las políticas forestales de la Xunta. Los gobiernos de Fraga pusieron en marcha una serie de ayudas basadas en la forestación de tierras agrarias, no de montes, que se hizo mayoritariamente con pinos y eucaliptos. "Las subvenciones favorecieron la plantación de eucaliptos en terrenos que podían producir cualquier cosa", explica Pereira. Pero no se reforestó bosque. "El 70% del monte vecinal [el 30% de los montes gallegos lo son] estaba a mato", recuerda. El bipartito, aunque no eliminó las ayudas a las coníferas, las transformó para fomentar la reforestación de tierras no agrarias. Pero entre una y otra etapa surgieron comunidades de montes "que se crearon sólo para acceder a las ayudas y que, pasados los cinco años de primas, han dejado el monte abandonado".

En cambio, para la asociación ecologista SOS Courel pocas cosas han cambiado. "Se plantaron pinos con el PP y con el bipartito", sentencia Orlando Álvarez, que critica también que muchas acciones en Red Natura se inicien sin Declaración de Impacto Ambiental, obligatoria si afectan a más de 24 hectáreas. "Para evitarla, repoblan superficies de hasta 24 hectáreas aquí y allá, espaciadas", cuenta Álvarez, que en su día se posicionó en contra de la explotación minera. En O Courel, asegura, "no hay nada espiritual, pero las administraciones no nos escuchan, hacen lo que les da la gana".

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