El barroco fiscal de Mr. Blair
A Tony Blair, ex premier británico de origen remotamente socialdemócrata, le sube el descrédito como a otros las transaminasas. Un contable llamado Richard Murphy ha ganado el concurso convocado por el diario The Guardian para desentrañar los datos públicos conocidos sobre los ingresos y negocios del político laborista. Murphy concluye que los negocios de Blair están organizados en una maraña inextricable (para Hacienda) compuesta por 12 sociedades que cuelgan de dos sociedades principales llamadas Windrush y Firerush. Nadie sabe muy bien -ni siquiera Hacienda- si Mr. Blair paga todos sus impuestos ni dónde los paga, porque sólo está obligado a declarar por los ingresos de una de las compañías, Windrush (unos 6,7 millones de euros). Vaya por delante la observación ética de rigor: ¿no avergüenza a un político laborista exprimir el reglamento fiscal para hurtar tributos a la nación? ¿Con qué cara hubiera defendido Mr. Blair una subida de impuestos si hubiese sido necesaria para estabilizar el presupuesto? Y, al margen, ¿por qué en España no se organizan concursos similares?
El segundo impulso es de estupefacción. Una trama de 12 sociedades, dentro y fuera del Reino Unido, varias de ellas instrumentales (para borrar rastros), constituye un esfuerzo barroco que no está al alcance de cualquier asesor. A su lado, la optimización fiscal de Josep Piqué se queda en el borrador de un párvulo tributario. Admira la experiencia acumulada por el perito en fraudes que ha montado la trama. Si Murphy tiene razón, los inspectores británicos examinarán a fondo las cuentas de Blair y el fantástico entramado societario se caerá; y si no la tiene, los abogados del ex premier ya habrán tomado cartas en el asunto.
Cuentan que Benjamin Disraeli, tory mordaz, se atrevió a distinguir entre accidente y desgracia ante los corresponsales parlamentarios con motivo de la desdichada intervención de Gordon en Jartum. "Si Gladstone [su adversario whig] se cayera al Támesis, sería un accidente; si alguien lo sacara, sería una desgracia". Tony Blair se está convirtiendo en un jarrón chino desgraciado para el laborismo. Mejor que Blair se mantenga alejado del Támesis.
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