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Reportaje:

Pioneras en servicios sociales

Homenaje a las mujeres que hace 25 años empezaron a dar asistencia en el rural

Cuando los servicios sociales en el rural se basaban en una mujer que, con su maletín y -con suerte- su máquina de escribir, se pateaba los caminos de los municipios gallegos, no se podía entrar en todas las puertas. La desconfianza recibía muchas veces a las mujeres que, hace 25 años, fueron pioneras en la atención social en las comarcas, fuera de las grandes ciudades. Entonces, la imaginación y el compromiso personal eran muy buenas armas. Pero, mejores, incluso, eran los curas: "Cuando quería que la gente se enterase de un servicio, recurría al cura para que leyese un bando al final del oficio porque al menos una persona de cada casa iba a misa", cuenta Manuela Corral, una de las más veteranas trabajadoras sociales de Galicia, de las que en 1984, hace ahora 25 años, cubrían algo más de 50 plazas en las primeras oposiciones para asistencia.

"Cuando quería que se enterasen de un servicio, recurría al cura"
Con un maletín y una máquina de escribir se pateaban los caminos

En su caso, se recorría cuatro ayuntamientos pero a alguna compañera le tocaban hasta nueve. Eran el único servicio social que se prestaba en el rural, que en Galicia dependía fundamentalmente del trabajo de las diputaciones, algunas delegaciones de ministerio como el de Trabajo, del que dependía el servicio a minusválidos que acabaría por derivar en el Imserso, y la labor de centros de congregaciones religiosas. "Eran los servicios benéfico-asistenciales de la época de Franco". Estas primeras trabajadoras -todas mujeres-, que los ayuntamientos "no sabían" para que estaban, se ganaron la plena confianza de los vecinos. "Los tratábamos con respeto", explica Corral, y para ellos era "una situación nueva" porque eran gente muy pobre y los casi recién estrenados "ayuntamientos actuaban como barrera, sobre todo si eran personas muy marginales".

La situación de muchas de las personas que atendían era de "mucha necesidad", dependían de una economía de subsistencia y "los afortunados" eran las familias en las que había un pensionista porque tenían ingresos monetarios. Estaba todo por organizar y los trabajadores sociales no contaban con recursos: con su propio coche, sin dietas y sueldos bajos se recorrían caminos a los que sólo llegaban ellos y la furgoneta del pan. Los horarios se adaptaban a las necesidades y las reuniones con vecinos muchas veces eran los domingos. Como "la necesidad agudiza el ingenio", Corral recuerda que para organizar el primer servicio de ayuda a domicilio en el municipio de Cuntis tiró de la ayuda vecinal. Una persona contratada por el Ayuntamiento iba dos horas al día a la casa de un minusválido, pero la trabajadora social organizó a los vecinos para que uno lavase la ropa de la persona atendida u otro le construyese una rampa de acceso a su casa.

Aunque los primeros trabajadores sociales que fueron funcionarios comenzaron su labor en los años ochenta, por el año 1963 ya existía una escuela en Santiago que los formaba. Pero privada. Entonces, fueron importantes empresas gallegas como Fenosa, Astano, Masó o Barrera las que crearon un patronato que, en manos de un jesuita, dio las primeras promociones de trabajadoras sociales que atendía a sus empleados. "Hoy nos parecería paternalista, pero era lo que había", asegura Isabel Grandal que, jubilada hace ya tres años, es de la segunda promoción. Sus primeros trabajos fueron en empresas en Madrid como Telefónica que daban "compensaciones en especie" a sus trabajadores como comedores o ayudas al estudio para sus hijos. Lo único que había en los sesenta era la beneficencia pública dirigida a "pobres de solemnidad". Grandal regresó a Galicia en 1973, cuando comenzó a trabajar en la Diputación de A Coruña. "Hasta 1984 estuve sola", recuerda. En su provincia únicamente había una trabajadora en A Coruña y varias más en el hospital de Conxo, en Santiago. El rural estaba completamente desprotegido, sólo los padrones de beneficencia identificaban a las personas con muy escasos recursos para que tuviese derecho a atención médica y quirúrgica. Cuando, por ejemplo, una anciana ya no podía valerse por sí misma venía el párroco o el maestro "en plan caciquil" para ver si se podía ingresar en centros propios o asilos de religiosas, "que siempre han quitado las castañas del fuego y han suplido a la Administración". En esos años, la única solución para la gente del rural era el ingreso en centros para mayores o jóvenes. "En zonas donde no había carreteras, querían ingresar a los niños para que pudiesen estudiar", rememora Grandal.

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La aprobación de la Constitución, el trabajo de estudios realizados por los primeros trabajadores sociales y el poder que se les dio a los ayuntamientos fueron fundamentales para que despegaran un servicio que en Galicia "iba a la zaga" de comunidades como País Vasco o Navarra.

Las trabajadoras sociales Isabel Grandal (izquierda) y Manuela Corral, ayer en el hotel San Francisco de Santiago.
Las trabajadoras sociales Isabel Grandal (izquierda) y Manuela Corral, ayer en el hotel San Francisco de Santiago.ÓSCAR CORRAL

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