Para combatir el paro, aquí y en toda Europa
Todavía estamos a tiempo de no hacer el ridículo. Pero queda muy poco para evitarlo. La presidencia española de la UE sólo ha previsto una iniciativa en favor del empleo, y de momento, inconcreta, sobre educación y formación. Aderezada con algunos gramos de retórica.
Por los papeles oficiales muere el pez. Primer papel: el discurso básico del presidente del Gobierno sobre la presidencia, del pasado 12 de febrero, detallaba mucho en política internacional y muy poco (sin siquiera mencionar el desempleo) en agenda social. Hablaba sobre todo de política de igualdad de género, para la que la presidencia se propone crear un Observatorio, propuesta que enlaza con el enfoque de una presidencia-escaparate (hacer propaganda de lo realizado en el país anfitrión) más que con el de una presidencia-interés (hacer hincapié en sus necesidades perentorias, generalizarlas y plantear objetivos e instrumentos comunes). Segundo papel: entre las 100 propuestas del PP figura la convocatoria de una cumbre para "analizar la situación de paro masivo" y también un, digamos, énfasis genérico en la formación de los jóvenes. Tercer papel, la proposición no de ley de los grandes grupos parlamentarios del 19 de noviembre insiste en el Observatorio de Género, recoge la ampulosa idea de un Pacto por la Juventud y el Empleo y postula "promover una iniciativa sobre educación, formación y empleo": en una escueta media página, de un total de 20.
Un Erasmus de la FP o una red de oficinas de empleo harían más que muchas cumbres
Ésta es, de momento, la aportación de un país con cuatro millones de parados, a una Unión en la que la principal preocupación ciudadana es el empleo y la conservación del Estado del bienestar. Escasa.
Y sin embargo, se podrían hacer cosas concretas. Quizá no muchas. Algunas, pero potentes.
Por ejemplo, tomar la palabra al presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, que en su caída de Saulo neoliberal a social para adecentar su candidatura ante el Parlamento de Estrasburgo aseguró que "el paro es el principal problema de la UE" y que para combatirlo "es esencial utilizar todos los instrumentos posibles". Se comprometió entonces a revisar las directivas antisociales que lanzó en su primer mandato. La de servicios o Bolkenstein, que condenaba a salarios de hambre a los inmigrantes interiores, ya modulada por la Eurocámara; la de "Ordenación del tiempo de trabajo" que ampliaba la jornada hasta 65 horas semanales; la de Retorno de los inmigrantes, que permite detenerlos durante 18 meses. Anímese a Bruselas a cumplir ya su compromiso.
Por ejemplo, crear una red conectada de oficinas de empleo nacionales de alto estándar europeo. O impulsar la "homologación europea de los servicios públicos de ocupación" como proponen el CIDOB y el Círculo de Economía (Un proyecto para Europa, www.cidob.org). O lograr que las redes de todos los Estados miembros copien las de los países más exitosos en el combate contra el paro, Alemania y Dinamarca. Que dedican el 0,27% o el 0,33% del PIB a su servicio público de empleo (por el 0,13% España). Pero no con el fracasado método abierto de coordinación (juntar retóricas) sino apelando también a subvenciones del bien dotado Fondo Social Europeo. Eso sí, condicionadas a la consecución de resultados. Que en eso consiste la diferencia entre palabrería y políticas.
Por ejemplo, lanzar un verdadero (con enfoque ambicioso, con recursos abundantes) programa Erasmus/Leonardo para la formación profesional (ya existe un esbozo). "Voy a proponer ampliar este tipo de programas a otros ámbitos de la vida profesional", enunció Zapatero en su discurso del 12 de febrero. Los dos millones de estudiantes Erasmus han hecho más por la interactividad universitaria y por la idea de Europa, y a bajo coste, que todas las cumbres. Pero una iniciativa así hay que bautizarla, dotarla, airearla. Lograr que impregne. Darle empaque político.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.