"Hasta la censura más férrea acaba perdiendo"
El hombre más censurado de Francia, el cineasta maldito que puso al descubierto el lado siniestro del imperio colonial, es este anciano de 82 años que posa sobre su interlocutor una mirada afectuosa, al tiempo que le ofrece la mano sarmentosa, muy cálida. Por su semblante apacible, cuesta imaginárselo como la piedra que ha estado alojada en el riñón de la República durante casi 50 años, pero basta dejarle hablar para comprender que en sus venas palpita todavía, el espíritu penetrante y vigoroso del águila, aunque no del género imperial.