El poder y la infamia

Sátira política feroz, inclemente y bañada en nitroglicerina, In the loop supone el debut como director de cine de un talento que lleva funcionando como supersónico motor de renovación de la comedia británica desde principios de los años noventa. En el espacio radiofónico On the hour y en el programa televisivo The day today, el escocés Armando Ianucci, junto a compañeros de viaje como Chris Morris o Steve Coogan, había hurgado en el potencial para el absurdo, la intoxicación delirante y la contra-información espectacular del lenguaje periodístico. En The Armando Ianucci shows, su paleta expresiva incorporaba el apunte filosófico y la lacerante nota existencial para elaborar su particular ejercicio de post-humor: el modelo de comedia que no busca la risa como primer objetivo y que no desdeña el escalofrío, el desconcierto o el mal rollo como daño colateral. The thick of it, serie estrenada en la BBC Four en 2005, es, probablemente, el más sinfónico de sus logros y el modelo sobre el que se levanta la extraordinaria In the loop: una revisión cínica, casi apocalíptica de los planteamientos de la clásica Sí, ministro -una de las joyas de la corona de la BBC de los ochenta- para la era de Tony Blair y Gordon Brown. En los créditos de The thick of it figura un cargo que puede resultar pintoresco: el de Asesor de Palabrotas, figura esencial para vitaminizar el ofensivo caudal léxico de uno de sus personajes más inolvidables, Malcolm Tucker, responsable de prensa y relaciones públicas del gobierno británico; encarnado, tanto en la serie como en la película, por un Peter Capaldi que incendia cada plano con su sola presencia.

En In the loop, el desliz lingüístico, en apariencia irrelevante, de un ministro pusilánime prende una mecha trenzada de tormentas internas, estratagemas maquiavélicas y manipulaciones mediáticas y extra-mediáticas en el umbral de una declaración de guerra apoyada en un espejismo: las armas de destrucción masiva. Ianucci imposta un registro documental con su cámara en mano, alienta la improvisación de sus actores sobre un guión que parece de hierro -pero, vista la estrategia, tiene que ser de hierro flexible- y dibuja la trastienda del poder como un espacio para la humillación, donde ministros sin atributos reciben el constante azote dialéctico de despiadados profesionales de la infamia. El resultado, sobresaliente, es una de las comedias más brillantes del año.