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Columna
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Catálogo de contradicciones catalanas

Si unas horas son una eternidad en política, un año puede cambiar la historia, aunque en Cataluña lo histórico consista en llegar a la siguiente curva de nuestro bucle particular. La sentencia del Tribunal Constitucional llegará en una de esas horas que definen a los individuos y a los colectivos, y nada garantiza que vayamos a salir boyantes.

A pesar de lo reciente del espectáculo de la aprobación del Estatuto, la tendencia al tacticismo se agrava cuando se acercan la elecciones a menos de un año y parece que podemos asistir a un nuevo espectáculo del sálvese quien pueda. Está claro que sin poder es imposible ejercerlo y para ello se deben ganar elecciones, pero el hartazgo ciudadano puede pasar una amarga factura al cinismo político en un momento en que el prestigio de los actores habituales está bajo mínimos. Habrá convocatoria del presidente de la Generalitat a los grupos políticos horas después de la sentencia, pero que el resultado esté a la altura del momento es incierto.

La estrategia de culpar al PP se diluye cuando se constata que el PSOE ha sido incapaz de legislar o renovar el tribunal

El tripartito ha demostrado una particular tendencia al suicidio, que la recta final de la legislatura puede acelerar. La reforma del impuesto de sucesiones no se cierra por los codazos de unos y otros para atribuirse la iniciativa y evitar que la capitalice CiU en campaña. De la misma manera, la urgencia electoral también puede dificultar una respuesta unitaria del catalanismo político a la sentencia del Estatut, que sería difícil de entender por una sociedad que sí ha aprendido la lección de la cansina negociación del texto.

El desgaste de la redacción del Estatuto del 30 de septiembre, el cepillado del Congreso y la larga espera de la sentencia del Tribunal Constitucional, además de la agonía de la financiación, han dejado huella en una sociedad que se ha vuelto más descreída, más escéptica en lo político y también sobre la posibilidad de participar en la construcción de una España federal.

La sentencia -prácticamente cualquier sentencia en la situación actual- pondrá en dificultades las relaciones del PSC son el PSOE o sus perspectivas electorales. La estrategia de apuntar al PP como responsable del recurso llega al límite cuando se constata que el PSOE ha sido incapaz de renovar el tribunal o legislar en consecuencia para evitar el callejón actual.

El efecto de las consultas populares sobre la independencia tampoco se puede menospreciar en la definición del ambiente político que llevará a las elecciones. Esquerra Republicana se ve obligada a surfear en la cresta de la ola si no quiere ahogarse en ella. La irrupción de Reagrupament amenaza con restarle votos y la opción de Puigcercós pasa por intentar ganar músculo político distanciándose del PSC y haciendo creíble la idea de la equidistancia.

Las consultas ciudadanas evidencian también las contradicciones de CiU, que vive en su ambigüedad particular. Artur Mas está por el derecho a decidir mientras se dirige al electorado tradicional pujolista procurando no asustarle y envía a Francesc Homs de gira por Osona para animar las votaciones independentistas ahora que resulta delicado ser representado por Àngel Colom. Mientras tanto, Duran i Lleida observa a sus socios con cara de eterno ministro.

El publicista Jacques Séguéla, el responsable de la imagen y las campañas que ayudaron a François Mitterrand a convertirse en Mitterrand, asegura en su Autobiografia no autorizada que el Rey Sol del socialismo aseguraba que "es elegido el hombre que cuenta a los franceses el trozo de historia que ellos quieren oír en ese momento preciso de su historia. Con la condición expresa de ser el héroe creíble".

Nuestros líderes podrían tomar nota.

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