"Liberé a Evo Morales pese a las presiones. Ojalá lo reconociera"
Ha avisado de que llega con una hora de retraso porque está en un cuartel del Ejército instruyendo al personal sobre las atribuciones del Defensor del Pueblo. En realidad, no está a muchos kilómetros, pero la carretera da para lo que da y él lo sabe. El encuentro se celebra en el restaurante más popular de Villa Tunari, justo enfrente de esa maldita carretera, la más transitada de Bolivia, la que va de Chile a Brasil, pasando por Cochabamba y Santa Cruz, y una de las más mortales, con los laterales llenos de cruces y flores en recuerdo de los fallecidos. Roger Arturo Arnez Osinaga, 50 años, nacido en Cochabamba, ex juez y Defensor del Pueblo desde abril de 2005 de la selva de Chapare, una de las dos zonas más peligrosas y trágicas de Bolivia, [la otra es El Alto] se presenta a sí mismo con una larga retahíla de ironías que recita de un tirón y termina con esta guinda: "Tímido de día y temido de noche".
El Defensor del Pueblo de Chapare y ex juez denuncia el olvido del indígena
No duda qué recomendar en el restaurante: el pescado surubí en cualquiera de sus múltiples posibilidades. El surubí es un pez blanco que se pesca en el gran río Chapare, el formado en Villa Tunari por la unión del Espíritu Santo y el San Mateo. "Estamos en época de veda", recuerda Arnez, que elige el pique de surubí, el plato más típico de esta zona tan pobre. "Éste lo vamos a compartir todos", advierte, aunque es luego él solo quien se atreve a acabar prácticamente con esa gran bandeja, en la que hay de todo: arroz, verduras, mostaza... además del surubí.
Buen conversador, Arnez habla de todo menos de política y del presidente boliviano, el indígena Evo Morales. Fue el propio Arnez, en su faceta de juez, cuando en septiembre de 1994 sacó de la cárcel a un tal Evo Morales, en huelga de hambre y acusado de sedición. "Le fui a tomar declaración y, a pesar de las presiones del Gobierno de entonces, le puse en libertad. Hice lo que tenía que hacer". En aquella fecha, el cocalero Evo Morales comenzó su ascendente carrera sindical y política. ¿Le ha vuelto a ver? "Sí, cara a cara le vi una vez. Tengo un bigote inolvidable. No me saludó. Ojalá reconociera lo que hice en su momento", lamenta Arnez, quien ha puesto en contacto a la realizadora Icíar Bollaín y a los productores de También la lluvia con las comunidades indígenas para trabajar en el filme que rueda estos días en Bolivia.
Trabajo tiene Arnez en el Chapare, una extensa zona muy pobre, donde los indígenas, los cocaleros y también los narcotraficantes buscan un hueco. "Hablar de derechos en el Chapare es muy difícil, pero para eso estoy yo, un servidor del pueblo que tiene que defender a sus ciudadanos de las decisiones arbitrarias de la Administración y las injusticias y deficiencias del sistema". Dos son los temas que le preocupan más. Primero, los indígenas. "Son los grandes olvidados de la selva del Chapare", dice. Y más concretamente los yukis, un pueblo del que apenas quedan 180 personas, que viven en condiciones infrahumanas, afectadas de micosis y durmiendo a la intemperie. El otro asunto que apenas le deja dormir es la deforestación salvaje que está sufriendo la zona. "Me siento impotente para defender la naturaleza. No hay control ninguno. Veo morir cada día miles de árboles".
Al salir, el silencio del restaurante ya vacío a esas horas tardías contrasta con el ruido infernal de los pesados camiones que siguen su peligrosa ruta en la carretera.
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