El apagón
Cuando al inicio de la Transición el Rey nombró presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, la revista Cuadernos para el Diálogo, uno de los bastiones del antifranquismo, publicó una portada toda en negro, con una ventana en la que se veía una foto de carné de Suárez con la camisa azul jurando los principios del Movimiento, y una única leyenda: "El apagón". Se equivocó el semanario. Nos equivocamos todos. Se puede rememorar ahora aquel error y desear que se vuelva a repetir, ante la unanimidad de la decepción generada por los nombramientos que conducirán la Unión Europea (UE): su primer presidente estable, el democristiano belga Van Rompuy; la alta representante para la Política Exterior, la laborista británica Ashton; y el reelegido presidente de la Comisión Europea, el conservador portugués, Durão Barroso.
Urge actualizar el pacto europeo entre socialdemócratas y democristianos
Del método se ha destacado su falta de transparencia, y de sus perfiles se subraya el sometimiento a los intereses nacionales de los principales países de la UE, y su grisura. No se han pretendido líderes europeos, sino coordinadores de posiciones; secretarios de organización y no secretarios generales, en la terminología de los partidos clásicos.
Uno de los envites con los que tiene que lidiar la nueva cúpula europea es la salida de la crisis económica. Al tiempo que se conocía su elección, la oficina de estadísticas de la Comisión Europea, Eurostat, divulgaba los últimos datos sobre la coyuntura: los más positivos, que al finalizar el tercer trimestre del año se podía certificar que la UE en su conjunto había salido de la recesión, tanto si se la mide como conjunto de los 27 países que la componen (0,2%) como de los 16 países que conforman la zona euro (0,4%). Los negativos, casi todo lo demás: en tasa interanual, tanto la UE-27 como la zona euro siguen decreciendo por encima del 4% (-4,3% y -4,1%).
Entre las razones de ese leve aumento del PIB trimestral parece estar un incremento de las exportaciones, pero todavía no se atisba nervio en el comportamiento del consumo y la inversión. Tampoco se manifiesta una buena evolución similar en el empleo, ya que el paro continuará durante los dos próximos años por encima del 10%.
Mucha más comprometida es la situación de España, que sigue en crecimiento negativo y de la que Bruselas cree que será el último país de la eurozona en volver a la parte alta del ciclo. Pero es con relación al paro en donde la situación es más dramática y peor de lo que parece: para nuestro país se prevé un escenario que "puede resultar en una alta tasa de paro a largo plazo y en un agudo empeoramiento de la sostenibilidad de las finanzas públicas". Se calcula un continuo incremento del desempleo hasta alcanzar el 20,5% de la población activa en el año 2011 (momento en que los pronósticos del Gobierno español dicen que el PIB ya habrá comenzado a crecer), con una tasa de paro juvenil "espectacular" que en el pasado mes de septiembre sufría el 41,7% de los trabajadores en este renglón demográfico. No es de extrañar que la vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado, declarase hace unos días en Punto Radio que el año 2010 será aún "peor" para el desempleo. Además de una tragedia humana, el paro es una catástrofe económica en sí misma, pues su aumento en estos porcentajes excepcionales supone un aumento de la morosidad (que llevará a dificultades a bastantes entidades financieras), la reducción de la renta disponible y el consumo de las familias, y una disminución de los ingresos públicos.
Un crecimiento tan anémico de la economía europea, después de cinco trimestres negativos en el PIB, genera también dificultades en su modelo de protección social. Lo decía Felipe González en sus reflexiones publicadas ayer en este periódico: no se puede hablar de modelo social si al mismo tiempo no se plantea cómo financiarlo, a no ser que lo único que se quiera repartir sea pobreza. Urge actualizar el pacto implícito al que llegaron en la posguerra socialdemócratas y democristianos y que dio lugar a la edad de oro del capitalismo y a la creación de los modernos Estados de bienestar. La sociedad europea ya no es una sociedad joven, sino muy envejecida, y necesitará (Felipe González dixit) 70 millones de nuevos activos en el horizonte del año 2050.
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