El mundo sinfónico se renueva
Éxito apoteósico de la orquesta juvenil Bandart gracias a su despliegue de energía
Hacía mucho tiempo que no generaba el "boca a boca" tanta expectación a propósito de una agrupación sinfónica. La orquesta Bandart se presentó en sociedad en Barcelona el lunes y en Madrid ayer dentro del prestigioso ciclo de Ibermúsica. En los conciertos de la Universidad Autónoma habían actuado en febrero de 2008 y en el Real habían hecho acto de presencia en una actividad de corte social anteayer, pero la puesta de largo ha sido hace unas horas en el Auditorio Nacional ocupando su huequecito en una programación que acoge las mejores orquestas del mundo. El éxito que obtuvieron con su fogosa y vibrante versión de la Tercera de Beethoven no deja lugar a dudas sobre el cambio de sensibilidad de orquestas y espectadores que se está produciendo en el mundo sinfónico de nuestro tiempo
La orquesta Bandart nació en 2003 en Lucena, al hilo de la Escuela Internacional para jóvenes músicos de la ciudad cordobesa, y tiene un aire de semejanza, en cuanto a planteamiento, con la orquesta del Festival de Lucerna. A la búsqueda de la excelencia de la orquesta suiza alrededor de un líder tan carismático como Claudio Abbado, Bandart contrapone la pasión al límite como una de sus señas de identidad artística. Es una orquesta de jóvenes de aquí y de allá que se reúnen dos o tres veces al año por el placer de tocar juntos. Sonríen, se gustan. En la energía desplegada recuerdan a las orquestas del sistema venezolano. Sus músicos provienen de orquestas de Londres, París, Valencia, Sevilla o Galicia, entre otros lugares. Algunos ni siquieran están fijos en ninguna agrupación sinfónica, otros proceden del mundo camerístico. Casi desde el comienzo el serbio Gordan Nikolic, concertino de la Sinfónica de Londres desde 1997, se puso al frente de la nave. En 2007, sir Colin Davis aceptó la presidencia de esta singular aventura artística. El compromiso social está entre los objetivos de Bandart. Cuando pueden actúan en cárceles, colegios de difícil alumnado, hospitales o residencias de ancianos. Algunos de sus músicos han colaborado en proyectos de discapacidad tan emblemáticos como el coro de manos blancas de Barquisimeto en Venezuela.
La primera parte de su concierto madrileño dejó algunas dudas en el ambiente. La obertura de El barbero de Sevilla, de Rossini, fue brillante pero poco sutil, y el Concierto para violín número 1, de Paganini, con Nikolic de solista, resultó, al margen de los méritos del violinista, bastante tedioso en su desarrollo. Con Beethoven todo cambió. Tocaron de pie, excepto los violonchelistas y el timbalero, agudizando los contrastes dinámicos y llevando al límite los efectos dramáticos.
Fue una versión llena de pasión, de fuego, de espontaneidad juvenil, que dejó al público literalmente embelesado. La marcha fúnebre, por ejemplo, resultó escalofriante por su tensión musical y sus sonoridades trágicas. En el concierto anterior de Ibermusica había actuado la fabulosa Staatskapelle de Dresde, probablemente la orquesta más apegada a la exquisitez del sonido tradicional centroeuropeo. Las nuevas tendencias van por otro lado: fuerza, vitalidad, contrastes extremos. El debate entre el mundo sinfónico de ayer y el de hoy se presenta apasionante.
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