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Reportaje:

El retorno del golpista exquisito

El mercenario británico que intentó derrocar a Teodoro Obiang recibió un trato privilegiado en la cárcel de Guinea

Quizá se trate de un caso de racismo a la inversa, de una exagerada admiración por el hombre blanco o de los modales encantadores de la clase alta inglesa; o posiblemente tenga que ver con haber prometido traer en bandeja la cabeza del hijo de Margaret Thatcher, pero el hecho es que el ex coronel británico Simon Mann recibió un trato infinitamente más humano, por no decir lujoso, en la cárcel que el que suele dar el Gobierno de Guinea Ecuatorial a sus presos negros.

Lo normal en la cárcel de Playa Negra, en Malabo, la capital de Guinea, es que los presos vivan enlatados en las celdas, encharcados en su propio excremento. Mann, jefe de una banda mercenaria que intentó derrocar el Gobierno del caricaturesco déspota guineano, Teodoro Obiang, en septiembre de 2004, vivió solo en una amplia celda. Tenía a su disposición una bicicleta de ejercicio y una buena gama de clásicos de la literatura inglesa, y además solía recibir visitas del ministro de Justicia, con el que compartía ricas cenas. Mann, que anteriormente había pasado cuatro años preso en Zimbabue, fue puesto en libertad el lunes por razones de salud, según la explicación oficial, tras cumplir 15 meses de una condena de 34 años por "atentar contra la vida del presidente, la forma de gobierno, terrorismo y tenencia de explosivos". Se reunió el miércoles con su familia en Inglaterra.

El ex oficial amenaza con revelar detalles "comprometedores" del hijo de Thatcher

Se cierra un capítulo en la vida de un perro de la guerra cuyas aventuras superan la ficción de cualquier libro que hubiera leído en prisión. Pero parece que todavía queda mucho por contar, y que éste es el motivo real de su liberación. Nada más salir de la cárcel, sano y feliz, Mann prometió revelar todo a la policía inglesa sobre los verdaderos autores intelectuales del fallido de golpe de Estado, uno de los cuales supuestamente es Mark Thatcher, hijo de la ex primera ministra británica y actual residente de un lujoso chalet en la Costa del Sol. El otro implicado es Ely Calil, un millonario libanés residente en Londres.

"Estoy muy ansioso por ver que Calil, Thatcher y uno o dos de los otros se enfrenten a la justicia", declaró Mann, que agregó que lamentaba lo ocurrido en 2004 y que se alegraba de que el golpe hubiera fracasado. Si lo dijo de verdad, o si fue el acto final de una farsa que montó desde el primer día para lograr su liberación (entre otras muchas cosas en su descabellada vida aventurera ha sido actor de cine), no se sabe todavía.

Mann se involucró en el compló por dinero, no porque Obiang liderase uno de los regímenes más corruptos y represivos de África. El hecho de que le guiara un impulso puramente amoral habrá contribuido a que Obiang consintiera que su ministro de Justicia se hiciera amigo de Mann, que carcelero y encarcelado se sentaran con frecuencia a beber vino tinto de Burdeos, "una necesidad", según explicaba Mann esta semana, para su digestión.

Mann, de familia multimillonaria, estudió en Eton, el colegio de la élite británica donde fueron educados los príncipes Guillermo y Harry. Su padre fue capitán de la selección inglesa de críquet y dueño de una importante empresa cervecera, pero Mann hijo optó por la vida militar. Llegó al rango de coronel en las fuerzas especiales del Ejército británico y lo dejó para convertirse en mercenario, participando en dudosas acciones paramilitares a lo largo del continente africano. La más dudosa, y ambiciosa de todas, fue la de Guinea Ecuatorial. El plan consistía en derrocar al Gobierno de Obiang con 100 ex combatientes surafricanos. Partieron de Suráfrica en avión e hicieron su primera escala en Zimbabue, donde supuestamente iban a recoger sus armas. El problema fue que medio mundo se había enterado del compló, debido en gran medida a la borracha locuacidad de los mercenarios. Fueron detenidos en el aeropuerto de Harare, la capital de Zimbabue, y encarcelados.

Cuatro años después, el Gobierno de Obiang pagó varios millones de dólares a Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue, para que le entregara a Mann. He aquí el motivo por el cual Mann podría querer vengarse de sus dos cómplices, Calil y Thatcher. Mann supuso que los dos juntarían el dinero necesario para sobornar a Mugabe, del mismo modo que lo acabó haciendo Obiang, pero con el objetivo de lograr su liberación. Incluso mandó un mensaje desde la cárcel zimbabuense pidiendo que enviaran "una buena pasta".

Pero la pasta no llegó y por eso Mann, según cuentan fuentes en Inglaterra que han hablado con sus familiares, se siente traicionado por sus dos socios, que había considerado como amigos. No está claro que Mann realmente pueda llevar a Calil y a Thatcher a los tribunales británicos, ya que el compló se gestó en Suráfrica. Lo que sí es probable es que Mann se vengue de otra manera: que venda su historia y la de sus dos antiguos cómplices a un diario sensacionalista británico y después exija un dineral (las grandes editoriales de Londres ya están al acecho) por la venta de sus memorias.

Quedará por ver si Mann pinta retratos negativos no sólo de Calil y de Thatcher, sino de Teorodo Obiang, que comparte con los dos la suerte de no haber tenido que pagar por sus crímenes. Obiang, su familia y amigos viven como si fueran jeques árabes, mientras el 99% de la población de su país vive en la pobreza más absoluta. Guinea Ecuatorial posee una gran riqueza petrolera, motivo por el cual Obiang, que lleva en el poder desde 1979, año en el que derrocó y mató a su tío, goza de la protección de Estados Unidos, África y ciertos países europeos, como España, con cuyo Rey y presidente de Gobierno se entrevistó en Madrid en noviembre de 2006.

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