El Presupuesto más difícil
A la conselleira de Facenda no se le puede discutir su aplomo y dedicación
A la conselleira de Facenda le ha tocado vivir el año más difícil de la historia para su cartera. Encontrarte en los seis primeros meses de tu nueva responsabilidad con la fase final de la negociación por la financiación autonómica, la reorganización del mapa financiero gallego, y la cuadratura de unas cuentas públicas afectadas por la peor crisis económica desde que tenemos Estatuto, es para echarse a temblar. Se podrán discutir sus actuaciones. Pero no su aplomo y dedicación.
El análisis del proyecto de presupuestos autonómicos para 2010 puede enfocarse de varias maneras. Puesto que ya se ha hablado mucho de cifras y de porcentajes, voy a centrarme en ordenar el debate y presentar las opciones políticas.
En cuanto al volumen global del presupuesto, el Gobierno de la Xunta ha actuado como lo haría un gobierno socialdemócrata clásico: se agota el límite del endeudamiento público, se renuncia a estimular la economía mediante bajadas de impuestos y se recorta suavemente el volumen global del presupuesto. En este plano, el Gobierno bipartito no lo hubiese hecho muy diferente. Sería posible ser algo más optimista por el lado de los ingresos, pero no hasta llegar a mantener el volumen de gasto presupuestado en 2009. Donde existe más espacio para el debate es en la composición del gasto. Es posible reducirlo en algunas partidas para incrementar otras. Creo que es en este plano donde se va a concentrar el debate parlamentario. A pesar de su mayoría absoluta, sería bueno que el PPdeG evaluase constructivamente las propuestas del PSdeG y el BNG. Su muy reciente experiencia de gobierno es un activo que no debería desaprovecharse por motivos tácticos.
En lo que se refiere al cuadro macroeconómico, es probable que la oposición lo critique por poco ambicioso. El diferencial de crecimiento del PIB respecto a la media española es muy reducido; incluso si se utilizan las cifras de consenso de los analistas independientes para la economía española. Porque el cuadro macroeconómico de un gobierno no es sólo el sostén técnico de sus previsiones de ingresos, sino la plasmación de objetivos políticos. Fijar una tasa de crecimiento del +0,2% del PIB, supone aceptar que el nuevo gobierno no va a ser capaz de mantener el diferencial positivo heredado de la legislatura anterior o que el efecto del Xacobeo para la economía será escasamente relevante. A mi juicio, la cifra del +0,7% que el propio presidente manejó en un primer momento es un mejor compromiso entre factibilidad económica y ambición política.
Sobre la composición del gasto, la Xunta ha apostado por mantener el grueso de los recursos corrientes para los servicios públicos. Por tanto, el mayor endeudamiento no conlleva incrementos en la inversión pública, sino que soporta la fuerte caída de ingresos tributarios y transferencias del Gobierno central. No podía ser de otra manera. Primero, porque hay muchas partidas de gasto (corriente) comprometidas por diversos motivos y porque los verdaderos ahorros en la gestión no se producen en la fase presupuestaria, sino en la propia gestión. Es verdad que los gastos que se realizan están legalmente limitados por los presupuestos que se aprueban. Pero la realidad es terca y la experiencia nos dice que muchos programas de gasto desbordan en la práctica esos límites. Es cierto que el nuevo gobierno ha tenido poco tiempo para aplicar una técnica presupuestaria diferente a la heredada del bipartito; lo mismo que a éste le ocurrió en los presupuestos para 2006. Pero debería quedar claro que por muchas innovaciones que se introduzcan en la fase de presupuestación, si el Gobierno de Núñez Feijóo quiere ser un campeón de la eficiencia en el manejo de lo público debería concentrar su atención en la gestión. Me temo que en el pasado, y a pesar de la existencia de direcciones generales dedicadas a la calidad y control de los servicios, los avances fueron menores. Creo que no sería justo exigir ya grandes resultados al nuevo Gobierno. Pero también lo es que una legislatura pasa volando y que lo que no se comienza en el segundo año, tiene una alta probabilidad de no hacerse nunca.
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