Capilla ardiente a las tres
La despedida de López Vázquez se convierte en homenaje a su genialidad
El teatro María Guerrero, en cuyas tablas José Luis López Vázquez debutó en 1946 con El anticuario, fue ayer también el lugar de su despedida. A las tres en punto (quizá velado homenaje al primer gran éxito del actor, la genial Atraco a las tres) se instalaba el velatorio sobre el escenario. Allí estaban los tres hijos y el féretro adornado con una vieja fotografía de juventud, la medalla de oro de Bellas Artes y una enorme corona de flores blancas con un mensaje que parecía fuera de lugar: "¡Qué disparate!". Horas después, con un patio de butacas por el que pululaban amigos actores, cineastas, curiosos (pocos) y periodistas, un viejo conocido del actor aclaraba que el críptico mensaje era un guiño de los hijos al padre, por la coletilla que el actor utilizaba a todas horas para expresar tanto lo bueno como lo malo.
El hijo mayor, José Luis, recordó cómo López Vázquez se encerraba durante horas en el despacho para trabajar. "Un ritual que repetía siempre, estudiando sin parar, en absoluto silencio". También rememoró cómo había decidido hace tiempo retirarse de los focos, por respeto a sí mismo y a los que podían reconocerse en él. "Era consciente de su decrepitud y no quería que nadie se viera reflejado en ella. Era muy pudoroso. Una vez, paseando con él, se nos acercaron dos señoras mayores, le querían saludar y le preguntaron: '¿Es usted López Vázquez?' Él, muy tranquilo, les respondió: 'Lo era".
El goteo de personalidades fue lento pero incesante. Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional, y la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, abrieron paso a José Luis Borau, Pedro y Agustín Almodóvar, Pedro Olea, José Luis García Sánchez, Concha Velasco, Marisa Paredes, Raphael, Andrés Pajares, José Sacristán, Rodrigo Rato, Paloma Segrelles, Alicia Moreno, Alberto Ruiz Gallardón, Carmen Sevilla, Juan Cavestany, Javier Gutiérrez... Este último reconoció en López Vázquez un referente. "A la altura de un Jack Lemmon, de un virtuosismo único. Capaz de sacar petróleo de las situaciones más inverosímiles. A los jóvenes nos gusta mucho hablar de Sean Penn o Marlon Brando, pero yo reivindico la escuela nacional: Fernando Rey, López Vázquez, Ozores...". Puestos a elegir un personaje, Javier Gutiérrez se queda con el hijo del marqués de Leguineche de Patrimonio nacional. Almodóvar, Borau y García Sánchez, con la Adela de Mi querida señorita. "Un modelo de interpretación contemporánea", señaló Almodóvar. "Sin un subrayado. No se puede pensar en un personaje más complicado y con un físico menos adecuado". "El actor más completo", afirmó Olea. García Sánchez añadía: "Un hombre sin muchas anécdotas, era muy serio, pero sin duda y sin exagerar, el mejor actor de cine de este país. Lo hizo todo, se lo creyó todo y sobre todo nos hizo creer todo. Un prodigio". Para Borau, "un tipo sin escuela, sin aprendizaje, sin clases de respiración. Irremplazable"; y para Concha Velasco, un trabajador incansable para el que cualquier personaje y cualquier director merecían todo su inagotable esfuerzo.
Babelia
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