Calabazas a la fiesta de Halloween
Plaza de Chueca. 21.45 horas. Noche de Halloween. La multitud abarrotaba las terrazas, en las que, en la noche primaveral de ayer, quedaban algo fuera de lugar las velas con forma de calabaza. Aunque los bares lo intentaban, a simple vista no era fácil encontrar disfraces de esta fiesta de monstruos importada de Estados Unidos. Y así durante el paseo por todo el centro.
Por una esquina de la plaza asomó un sombrero de bruja. Debajo estaba Sol, peruana de 20 años, y a su alrededor otras cuatro amigas: un ángel y un demonio, una "gata salvaje" y una bailarina de charleston, soltando carcajadas cada vez que explicaban sus trajes. La falda corta y el escote se imponían. "Vamos a tomar algo aquí y después nos iremos a Leganés, a buscar un ambiente latino", explicaban. Se fueron y la plaza volvió a llenarse de gente corriente. "Nosotros nos hemos dado cuenta hace media hora de que hoy era Halloween", confesaba un grupo de turistas andaluces que bebían cervezas en la plaza de San Ildefonso. "Supongo que la gente saldrá más a partir de las doce", opinaba uno de ellos. "¿Cómo los hombres lobo?".Un poco más allá de la plaza de Chueca esperaban Paco López y Ana de Dios, "40 y tantos", vestidos de Muerte y de Bruja Buena, -"¿buena?, ¿qué dices?", increpó la Muerte-. Confesaron sentirse un poco observados. Era "su primera vez", aunque les acompañaba otra pareja de amigos más experimentados. "De lo que se trata es de reírse un poco", resumía López. "Después de tanta crisis... ¡hay que animarse!".
Pero las ánimas tampoco se dejaban ver en el resto de calles del barrio. Ni siquiera en disfraz. Alguna niña con cuernos rojos, presumiblemente recién comprados a un vendedor de flores que los "anunciaba" en su propia cabeza. La plaza de Vázquez de Mella estaba igual de desierta. Hasta que, por fin, apareció el oasis de Hortaleza.
Por allí caminaban con prisas Bryan McDonald, estadounidense de 24 años, y Ricardo Barroso, de 21, luciendo torso desnudo y lo ojos perfilados de negro con dos atuendos de egipcios. "El año pasado iba de Muerte, tapado hasta el cuello", recordaba Barroso. "Este calor es mejor para lucirse", sonrió, antes de poner rumbo a una fiesta casera.
Un poco más allá, una hilera de caretas de la película de terror Scream adornaban la puerta de un bazar chino a la altura del número 42. Cristina González, de 34, y Fernando Martín de 35, rebuscaban entreel montón de los accesorios de última hora. Ella propuso sucesivamente unas gafas gigantes, una capa, un hacha y hasta un cubo de playa con calabazas. "Cógete un gorro y una escoba, anda", le propuso él con una sonrisa. Se probó varios, pero al final lo dejaron todo. "¿Y unos dientes?", intentó Cristina antes de salir. "Igual volvemos luego", se despidió Fernando.
"¡Ahí va un hombre sin cabeza!". El comentario fue en la cercana calle de Fuencarral, donde un señor "con la cabeza cortada" avanzaba llamando la atención. "Ése es mi padre", aclaró Jesús David Torres Gallego, de 10 años y traje de esqueleto. Y añadió que la cabeza la había perdido "en una batalla".
"Es la primera vez que me disfrazo en España", contaba el niño ante el silencio del progenitor sin rostro. "En Colombia nos disfrazamos más y salimos a pedir chuches", relataba. Desaparecieron on destino a la Gran Vía.
En la salida del metro de Tribunal, sobre las once de la noche, se agolpaban los jóvenes como cada sábado. Aunque no fueran muchos, los adictos a celebrar el 31 de octubre llamaban la atención: grupos de "animadoras muertas", zombis, pasando por escoceses o parejas de "novios cadáver".
En una calle cercana se leía un cartel anunciando una fiesta de disfraces en un bar de Malasaña. Prometía "música diabólica" y "decoración escalofriante". Sería por eso, o porque se acercaba la medianoche, pero en el interior, por fin, los "monstruos" se acercaban a pedir copas a una camarera con antenas en la cabeza. Mientras un hombre disfrazado de muñeco de la película de Futurama "esperaba su turno" en la barra. Aquí sí que pegaban las calabazas.
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