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Desayuno tras una mala noche

Mañana, por un euro, la taza del álbum 'A hard day's night'

No sólo es el tercer disco británico del cuarteto de Liverpool, es también la banda sonora de la película homónima y el primer álbum completamente compuesto por el tándem creativo de John Lennon y Paul McCartney. La película -¡Qué noche la de aquel día! en la versión hispánica- era, cómo no, de Richard Lester, el rey del cine pop.

Y supuso en cierto modo la carta de presentación del grupo para el público estadounidense, que descubrió tras esta portada (ligeramente cambiada en la edición de EE UU) a los chicos del fotomatón que adorna la cubierta y que es homenajeada por la taza que se puede conseguir, por un euro, mañana con EL PAÍS.

Por sorprendente que resulte, el disco fue grabado en un solo día, y en él, la banda ya suena plenamente a la música que les haría grandiosos: un mito del siglo XX. La propuesta oscila entre la desesperada If I fell, de Lennon, y el rapto rockabilly de Can't buy me love, de Paul McCartney.

Como es habitual con los discos de la banda en esta época (1965), las fotografías de la portada, que imita una desenfadada serie de fotomatón, son de Robert Freeman. Y, curiosamente, reproduce en su orden de aparición -John Lennon, George Harrison, Paul McCartney y Ringo Starr- el que se dio en el anterior álbum With The Beatles.

Se puede elucubrar mucho sobre la estudiada coreografía de una banda en la que se citaron dos de los más grandes talentos musicales del siglo XX (Lennon y McCartney), más un esforzado tercer contendiente (George Harrison) y el bueno de Ringo Starr, que siempre supo cuál era su lugar en esta formación: el del batería sin demasiado talento.

La película A hard day's night fue ideada por la compañía United Artists para tener la excusa de editar, en su sello discográfico, un disco de los Beatles en Estados Unidos. Se estrenó el 26 de junio de 1964. Fue rodada usando un estilo cercano al de los jóvenes airados del free cinema y producida en tan sólo 16 semanas de primavera. Se decidió filmarla en blanco y negro debido a su bajo coste. Además, la rapidez de la grabación se debió al firme -y poco lúcido- convencimiento que tenía el estudio de que la beatlemanía se apagaría pasado el verano de ese mismo 1964.

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