Carteles del Plan E
Recientemente, viajando por los diminutos y semiabandonados pueblos castellanos, me topé de frente con varios de esos fastuosos letreros de propaganda gubernamental que nuestros dirigentes han bautizado con el ambiguo nombre de Plan E. Uno de ellos anunciaba una obra presupuestada en 5.500 euros. Le pregunté a un vecino, que resultó ser el alcalde, si sabía cuánto había costado el cartel. "1200 euros", me dijo. O sea, un 22% del proyecto. Una vergüenza impresionante.
Luego, tras preguntar en otros ayuntamientos, no pude menos que hacer una cuenta muy sencilla: levantar uno de esos carteles cuesta por término medio más de 1.000 euros; si se han instalado no menos de 8.500 en todo el país, resulta que, para hacer propaganda electoral anunciándose a sí mismo, el actual Gobierno de España no sólo ha obligado a los municipios a gastar unos 10 millones de euros, sino que además este dinero se lo ha inyectado con exclusividad a las empresas del sector industrial de la cartelería. Y yo, sin tener nada en contra de dicho sector, me pregunto: ¿qué circunstancia concurre en él para haber merecido un privilegio tan singular y provechoso?
Todo esto me parece muy cínico por parte del Gobierno, y un insulto a la inteligencia de los españoles. Pero, entonces, me hago una segunda pregunta, más preocupante aún: ¿por qué a sinvergonzonería tan notoria y escandalosa se le está prestando tan marginal atención en los medios? Que me responda el que pueda.
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