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Elton John agita la nostalgia

El artista ofrece en Barcelona un espectáculo alrededor de sus clásicos

Nadie que lo haya vivido está aquí para contarlo, pero dicen que la vida desfila un minuto en la memoria antes de despedirse de su propietario. Elton John no es un propietario cualquiera, así que repasa su vida con ésta aún palpitando y en lugar de en un minuto lo hace en dos horas. Éste es el espíritu de The red piano, el show que ayer llenó de nostalgia y evocaciones de juventud a las 16.000 personas que, en su mayoría con edad para tener recuerdos, casi llenaron el Sant Jordi de Barcelona. Y resultó entrañable.

Tras el final del concierto del telonero, Teddy Thompson, una tropa de operarios vestidos con monos blancos dispusieron los últimos detalles en el escenario y antes de que nadie estuviese preparado ya sonaba Bennie and the jets, primer tema de la noche. Elton, tras su piano rojo, iba ataviado con mesura: levita negra con lentejuelas en la manga; peinado estilo Brad Pitt, rubio y despuntado; camisa roja y gafas anaranjadas, una declaración de principios que afectó a los propios arreglos de los temas, más mayestáticos y adultos de lo que eran en origen. Eso sucedió con Daniel, dedicada a un periodista norteamericano de igual nombre muerto en Paskistán, que sonó densa, algo similar a lo que ocurrió con Rocket man, alargada sin necesidad alguna para solaz de los músicos, de sus inacabables solos y del propio arreglista. La elongación de los temas se explica con un dato: en los primeros 45 minutos de show se despacharon sólo cinco composiciones.

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Tras la quinta, Elton se levantó, saludó y recibió del público la inevitable zamarra del Barça, tras lo que abordó I guess that's why they call it the blues apoyado por unos coros enlatados que reunieron a todo Harlem.

A todo esto, la estética del show ofreció algo menos de lo prometido. Si bien las proyecciones de David LaChapelle tenían el mérito de no repetir motivos, el alternar imágenes en blanco y negro, vídeos arty, fotografías, hinchables y abigarrados collages donde el color explotaba en las pupilas del público, se antoja mediano bagaje para un espectáculo que desea ser sensacional. O eso o la estética de Las Vegas, donde se estrenó el show, anima a una contención que no afectó al culto a la personalidad de Elton, cuya figura se reiteró en las pantallas.

Pero el guión obligó a recordar a aquel Elton de antaño, sustanciado en piezas como Someone saved my life tonight, presentada como una de sus favoritas e ilustrada con un vídeo surreal donde sí se vio la mano LaChapelle al mezclar ositos azules, bailarines alados, nieve y pechos siliconados bajo un tul de novia.

Con todo, el show estaba planteado para destacar la figura de Elton. La banda, un quinteto con doble percusión, ocupaba un segundo plano cercano a la estrella, que entre suspiros de reencuentro interpretó temas como Nikita -solo al piano-, Tiny dancer -excelente su adaptación-, Don't let the sun go down on me -épica-y Your song. Repertorio ganador para un concierto de nivel que quizá no alcanzó del todo su finalidad. Retocar la sustancia de la memoria sonora puede mover a desear mantenerla en el secreto de la evocación individual.

Elton John, ayer durante su actuación en Barcelona.
Elton John, ayer durante su actuación en Barcelona.GIANLUCA BATTISTA
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