¡Maldito vídeo!
Si usted está pensando en ser un criminal, asegúrese de que no le filmen con las manos en la masa, porque un vídeo de cómo ocurrieron los hechos, aunque no tenga sonido, es mucho más determinante que 100 testigos.
Josué Estébanez, el ultra condenado a 26 años de cárcel por el asesinato del antifascista Carlos Palomino, planteó durante la instrucción de la causa y en el juicio una estrategia basada en la legítima defensa y en el miedo que sintió al verse rodeado por un grupo muy superior en número. Llegó a alegar que la navaja que utilizó era pequeña y multiusos.
Las cámaras del metro filmaron la escena y el resultado es tan evidente para los ciudadanos, que lo han visto en todos los telediarios, como para los tres magistrados de la Audiencia de Madrid que han condenado a Estébanez. Y es que por muchos testigos que hubiera, nadie puede relatar de forma tan verosímil la tranquilidad del asesino antes del ataque como se aprecia en la filmación. El ultra ve a sus adversarios ideológicos, bosteza, saca la navaja, la abre, la esconde en el antebrazo con la punta hacia arriba y espera a que se acerquen. Cuando la víctima le pregunta por la sudadera de estética nazi que lleva, Estébanez le asesta una "fuerte puñalada en el tórax", que le alcanza el corazón.
Los magistrados, como los ciudadanos, no aprecian el miedo que Estébanez dice sentir por estar rodeado de adversarios antifascistas. Muy al contrario se dan cuenta de que el agresor no huye, sino que son sus oponentes ideológicos los que abandonan el vagón ante el temor de ser agredidos, mientras el ultra les insulta y profiere gritos nazis. No hace falta que ningún testigo se lo cuente, lo ven. Es la prueba decisiva.
Seguro que el asesino dirá ahora: ¡Maldito vídeo!
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