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Reportaje:

Arte liliputiense en espacios en extinción

Un festival en el centro de Barcelona reivindica la recuperación de los tradicionales quioscos de escalera

Al pasar por delante de la mercería de Bonsuccés, situada en una antiguo quiosco de entrada de los que ya no abundan en Barcelona, "unos miran hacia arriba, otros se detienen hasta descubrir de dónde vienen los sonidos y hay alguno que incluso se ha quejado de un volumen demasiado alto", explica su dueña, Montserrat Prats. Desde unos altavoces colocados encima de la vitrina llena de vistosas medias se emite la instalación sonora Del interior al exterior, creada por Miguel Conejeros (La Unión, 1969). "Es un happening constante. Un homenaje a John Cage", dice el artista.

El suyo es uno de los ocho proyectos que otros tantos artistas realizan en viejos quioscos de escalera en pleno centro de Barcelona. Forman parte del Festival Lilliput, una iniciativa del Instituto de Antropología de Barcelona que propone revalorizar y reutilizar como espacio artístico estas antiguas porterías de uso comercial, muchas de ellas abandonadas, y provocar así una reflexión sobre la importancia que tienen en el tejido comercial de la ciudad.

"Cómo es posible que unas instituciones que permanentemente nos invitan al reciclaje de todo permitan tan fácilmente la destrucción de estos espacios que, más allá de su valor testimonial, podrían ser utilizados por un pequeño comercio que se está condenando a la desaparición", señala el antropológo Manuel Delgado. Tanto él como la comisaria del proyecto, Patricia Ciriani, rechazan la idea romántica de amar lo viejo por lo viejo, pero abogan por soluciones que eviten su extinción.

Por eso, hasta el 25 de octubre, invitan a los paseantes a fijar la mirada en estos espacios. Como el quiosco situado enfrente de la mercería, también en Bonsuccés. Allí Luis Bisbe (Málaga, 1965) presenta Descamuflajes, una videoinstalación que confunde nuestra percepción al proyectar objetos de esta antigua joyería sobre los muros vacíos pintados de blanco y naranja para la ocasión.

Las propuestas son diversas. La del arquitecto Alexander Pilis (São Paulo, 1954) busca enfatizar la próxima desaparición de estos quioscos cubriendo algunos de los que están en desuso con una tela blanca; Frédéric Tchobadjian (Tolouse, 1955) opta por el optimismo llenando sus paredes con bolas de colores; Javier Peñafiel (Zaragoza, 1964) expone en una antigua oficina de cambio su obra irónica con los esfuerzos del Consistorio para conseguir su Barcelona neta, y Joana Cera (Barcelona, 1965) presenta en el almacén de la papelería Conesa Ja no queda temps, una alegoría de lo importante de tomar buenas decisiones.

Joaquín Conesa, el dueño de este último negocio, está perplejo: "El Ayuntamiento no nos deja modificar los quioscos, esperando cualquier excusa que les permita justificar su cierre. Pero, por otra parte, subvencionan el Festival Lilliput, que quiere revitalizarlos".

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El evento (http://festivallilliput.wordpress.com) incluye también danza y música electrónica a cargo de la Compañía Enco.re, mesas redondas y un recorrido teatral por los quioscos cada sábado por la tarde que parte del bar La Rouge. Diez días de arte en el barrio más céntrico de la ciudad, "una manera de acercarlo a la gente que no está habituada a pisar los museos", dice Ciriani. Y también una firme reivindicación para recuperar unos espacios en peligro de desaparición.

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