Nivel ético

Cuando topamos en nuestro entorno con un individuo cuyo criterio muda constantemente al ritmo de sus exclusivos intereses decimos de él que es un chaquetero. A aquel que presume de lo que no es, sabe o tiene lo tachamos de fantasma. A quien progresa metiendo cizaña y desprestigiando a los demás lo tildamos de trepa. Fullero le llamamos a quien se vale de trampas para prevalecer o sacar ventaja en una contienda. Al que se apropia de lo que no es suyo le acusamos de ladrón.

Está claro que nadie se reconocerá voluntariamente en alguno de estos perfiles; más aún, renegarán de quienes puedan sustentar tal condición. Ahora imaginen a alguien que reúne todas esas "cualidades" y díganme si lo invitarían a su cumpleaños o le comprarían un coche usado, si le prestarían dinero, le dejarían su casita en el campo o lo aceptarían como yerno o nuera. Seguramente, no. Sin embargo, un 44% de los españoles suspira por entregar las llaves del reino a personajes como Fabra, González Pons, Ricardo Costa, Esperanza Aguirre, Dolores de Cospedal, Francisco Camps o Federico Trillo. No sé, quizás el caso Gürtel en realidad plasme el nivel ético de este país. Es posible que, al igual que muchos fuimos antaño Curros Jiménez, todos seamos ahora un poco Correas.- José Luis Sánchez Santos. A Coruña.

Ante el aluvión de nuevos datos e implicaciones de altos cargos del PP en la trama Gürtel, a Mariano Rajoy únicamente se le ocurre decir que este tema no interesa a los ciudadanos. ¿Cómo no va a interesar un asunto que daña gravemente el juego democrático? No puedo entender cómo la derecha española saca pecho ante una corrupción generalizada, escudándose en encuestas temporales y nada definitivas. Yo no soy ese ciudadano del que habla usted, no siento indiferencia ante una posible financiación ilegal de un partido democrático, ante tratos de favor, ante fraudes económicos, me niego en absoluto. Sinceramente, prefiero que me suban los impuestos tras comprobar el estado del PP.