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El voto de protesta, último obstáculo para el Tratado de Lisboa en Irlanda

La impopularidad del Gobierno alimenta las posibilidades del 'no' a Europa

Sólo el voto de protesta contra el Gobierno de Dublín puede poner en peligro la ratificación del Tratado de Lisboa en Irlanda. Los irlandeses votaron ayer por segunda vez para pronunciarse sobre el tratado, después que en 2008 lo rechazaran en una primera consulta. Los resultados se conocerán hoy.

Esta vez las encuestas vaticinan una sólida victoria del sí, respaldado por el temor de los irlandeses a obstaculizar sus relaciones con el resto de Europa en un momento de recesión económica. Pero la hostilidad de la población hacia el Gobierno actual, al que culpan de la crisis, obliga a los partidarios del a ser prudentes hasta que se conozca el resultado final.

Los datos de participación eran ayer por la tarde imprecisos. En el conjunto del país había acudido a votar menos gente que hace un año, pero en el centro de las ciudades la participación era superior a la de entonces. Son datos de difícil análisis. Por un lado, se estima que una participación baja favorece al porque se nutre de gente de más edad y de clases medias, tradicionalmente más propensos a votar. El voto en contra se nutre sobre todo de jóvenes y obreros, más volátiles a la hora de ir o no a las urnas.

Una participación baja favorece al 'sí', que se nutre de gente de más edad
El voto en contra procede de jóvenes, más reacios a ir a las urnas

Es en el campo donde se espera que más votos que el año pasado fueron contrarios al tratado ahora le sean favorables, dado el temor de los agricultores a perder subsidios agrícolas si el Tratado de Lisboa es finalmente rechazado. ¿Significaría la aparente abstención rural que muchos de ellos han decidido no votar antes que cambiar su voto? Quizás. Eso sería una mala noticia para los partidarios de la ratificación.

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Pero por encima de esas cábalas, el mayor obstáculo que a la hora de la verdad afronta la ratificación en la impopularidad del Gobierno del Fianna Fáil que encabeza Brian Cowen.

Una hostilidad que era ayer patente en Tallaght, centro neurálgico de la circunscripción de Dublín Sudoeste, la que registró el año pasado el más alto porcentaje de noes al Tratado de Lisboa: el 65%. Una tendencia que se mantenía ayer, según la breve y totalmente acientífica encuesta realizada sobre el terreno por este corresponsal: cuatro votos contra el tratado y dos a favor, sin que ninguna de esas seis personas haya cambiado su voto de una consulta a otra.

El diario The Irish Times tuvo más suerte y detectó en Tallaght un cambio de tendencia a favor de la ratificación, según aseguraba ayer en su edición electrónica. Y en Dun Laoighare, donde en 2008 votaron masivamente a favor del tratado, se mantenía ayer esa tendencia.

El centro comercial The Square, a 45 minutos en tranvía del centro de Dublín, se encuentra enclavado en un barrio de reciente construcción en Tallaght. Quedan muchos nuevos pisos por vender y seguramente muchos de los que se vendieron en los últimos años se cotizan ahora por debajo del precio que pagaron sus dueños. Parece un barrio mixto: las nuevas construcciones no parecen baratas, pero los restaurantes del centro comercial reflejan la presencia de un consumidor de bajo poder adquisitivo: McDonald's, Burger King, Kentucky Fried Chicken, kebabs baratos en Abrakebabra.

Bernard Lamb, un contable de 39 años, está tomando un tentempié en Starbucks, lo que le sitúa ya en la gama alta de la población. No puede ir a votar pero votaría a favor del tratado, como hizo el año pasado. "Hay que votar porque no creo que tengamos alternativa. Y porque el Banco Central Europeo nos ha ayudado mucho", asegura.

Tracey B y Tracey C ni siquiera se han molestado en registrarse para votar. Tampoco lo hicieron hace un año. Las dos apoyan el no porque creen que hacer un segundo referéndum "es de risa".

Cristina, un ama de casa de 64 años que pasea con su nieto, ha votado: no, igual que el año pasado, "porque no me gusta el Gobierno". "Sé que tendría que votar por nuestros empleos, pero no me gusta el Gobierno", reitera.

Patrick, un científico retirado a punto de cumplir los 70, también defiende el no porque cree que "este Gobierno habla mucho y hace muy poco, sobre todo en investigación". "Votar no forma parte del proceso para echar a este Gobierno", asegura.

Gerard, de 53 años, otro científico que trabaja en una cercana universidad, defiende el "porque somos europeos: con eso está todo dicho". Comprende a quienes van a votar no porque detestan este Gobierno pero cree que "deberían votar y luego ir a por el Gobierno".

Una monja carmelita deposita su voto en un colegio electoral de Dublín.
Una monja carmelita deposita su voto en un colegio electoral de Dublín.ASSOCIATED PRESS

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