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Debate de política general
Columna
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Más impuestos, pero a los de siempre

A falta de otros dones -como el rigor, la seriedad o la solvencia-, hay dos atributos que siguen adornando a José Luís Rodríguez Zapatero incluso en sus horas políticas más difíciles: la suerte (la suerte de tener como alternativa a un Partido Popular que continúa enredado entre supuestas conspiraciones y probables choriceos) y la desenvoltura, eso que los castizos llaman jeta. ¿De qué otro modo describir, si no, su insistencia en que la subida fiscal afectará sobre todo a "las personas con más dinero de este país", o su mensaje a los laboristas británicos, instándoles a "ser fieles y coherentes con nuestros valores", a "ser el partido de la gente que no tiene de todo"?

Lo que se oculta tras esta pantalla populista es que, agobiado por el creciente déficit público y necesitando con urgencia aumentar los ingresos fiscales, el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha optado por el camino recaudatoriamente más fácil, aunque éste no sea ni el más justo ni el más eficaz de cara a la recuperación económica. En Francia -lo comprobaría cualquier lector que acudiese a un restaurante del país vecino durante las pasadas vacaciones- el IVA de numerosos productos ha sido rebajado para estimular el consumo; aquí, en cambio, subirá entre uno y dos puntos, aunque con efectos desde el 1 de julio de 2010, porque para entonces -dicen los augures de La Moncloa- el consumo ya habrá remontado. Veremos, pero lo indudable es que este incremento del IVA -un impuesto lineal- afectará sobre todo a los presupuestos familiares medios y bajos; a las "personas con más dinero" no les va a suponer ni un arañazo.

Nunca ha habido voluntad política de que el IRPF sea algo más que un impuesto sobre las nóminas de los asalariados
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Insistamos aún sobre la falta de equidad de la reforma fiscal en marcha. ¿Es de izquierdas que los magros intereses producidos a un pensionista por sus modestos ahorros de toda una vida sean recortados por el Estado en un punto más y paguen el mismo gravamen (a lo sumo, dos puntos menos) que los beneficios bursátiles o de la especulación financiera? Mientras tanto, el vehículo favorito de inversión de las grandes fortunas, las sicav (sociedades de inversión de capital variable), seguirán tributando sólo el 1% de sus ganancias anuales, en concepto de impuesto de sociedades. El Gobierno no se atreve con ellas porque -según ha explicado esa futura premio Nobel de Economía, la señora Leire Pajín- hacerlo podría provocar una "fuga de capitales". Y claro, resulta más sencillo seguir exprimiendo a las sufridas rentas medias, aquellas cuyos capitales no tienen las piernas lo bastante largas como para huir a ninguna parte.

Desde que el ministro Francisco Fernández Ordóñez estableciera el impuesto sobre la renta de las personas físicas han transcurrido tres décadas, y de ellas casi 20 años con gobiernos del PSOE. Pues bien, en todo este tiempo no ha habido forma -mejor dicho, no ha habido voluntad política- de conseguir que el IRPF fuese mucho más que un impuesto sobre las nóminas de los trabajadores por cuenta ajena, de los asalariados. No quisiera generalizar ni herir susceptibilidades corporativas, pero todos conocemos abundantes casos de renombrados profesionales liberales, de laboriosos fontaneros, albañiles o carpinteros, que cobran buena parte de sus servicios en negro, igual que tenemos noticia de las sociedades patrimoniales y otras argucias -éstas, dentro de la ley- que permiten a personas con elevadísimos ingresos "optimizar" sus obligaciones fiscales. ¿No habría sido más progresista y más provechoso corregir desde 2004 tales disfunciones del sistema? Claro que, si el ex jefe de la Inspección Tributaria en Cataluña durante las postrimerías del felipismo reconoce sin inmutarse haber evadido dos millones de euros a Suiza, la empresa no debía de resultar fácil...

Pero ¡chitón!, que por escribir estas cosas luego apareceremos en un informe acusados de hacerle el juego al PP y de abrirle a Rajoy las puertas de La Moncloa.

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