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El régimen iraní se enroca en la defensa de su plan nuclear

Solana exigirá garantías de que el programa sólo tiene uso pacífico

Ángeles Espinosa

Irán advirtió ayer que no va a hablar de sus "derechos nucleares" en Ginebra. A dos días de las conversaciones sobre su programa atómico con las grandes potencias, esa declaración parece vaciar de contenido la cita en esa ciudad suiza. Sin embargo, y a pesar de las dificultades reconocidas por el Alto Representante europeo, Javier Solana, la necesidad de buscar un amplio consenso internacional sobre cómo proceder con Irán a partir de ahora obliga a intentarlo una vez más.

"No vamos a debatir nada relacionado con nuestros derechos nucleares, pero podemos hablar sobre desarme, podemos hablar sobre no proliferación y otros asuntos generales", declaró el director de la agencia iraní de la energía atómica, Alí Akbar Salehí, durante una conferencia de prensa. Salehí, que es también vicepresidente de Irán, se refería así al documento de cinco páginas que hace dos semanas presentó al llamado Grupo de los Seis (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, G-6).

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Tanto EE UU como sus aliados han dejado claro que la reunión de Ginebra, la primera en 14 meses, se centrará en el programa nuclear iraní. "Querríamos obtener garantías de Teherán de que su programa nuclear tiene vocación pacífica. Hasta ahora no lo hemos logrado y no creo que sea fácil", manifestó por su parte Solana, que actúa como interlocutor de Irán en nombre del G-6.

Aunque nadie ha negado a Irán su derecho a disponer de energía nuclear, sus portavoces equiparan ese objetivo con el de enriquecer uranio (para controlar todo el ciclo de producción del combustible nuclear). Y ahí es donde está el problema. El proceso de enriquecimiento es al fin y al cabo el mismo que se necesita para fabricar material fisible para una bomba atómica, sólo que en un grado más alto. Ni Occidente ni los vecinos de Irán se fían de que no sea ésa su intención última, habida cuenta de su historial de ocultamientos.

De ahí que cinco resoluciones de la ONU (tres de ellas sancionadoras) le hayan exigido que cese el enriquecimiento. Irán, que durante dos años aceptó congelar su programa como gesto de buena voluntad, se consideró insuficientemente reconocido y desde la llegada al Gobierno de Mahmud Ahmadineyad se agarra a la literalidad del Tratado de No Proliferación (TNP), del que es firmante y donde se estipulan sus obligaciones al respecto.

Una de las formulas que Solana ha planteado en ocasiones anteriores al negociador nuclear iraní, Said Yalilí, ha sido la doble suspensión: Teherán suspende el enriquecimiento a cambio de una suspensión simultánea de las sanciones internacionales. Preguntado al respecto, Salehí volvió a rechazar esa posibilidad. "Nunca negociaremos nuestros derechos soberanos... si tenemos derecho a enriquecer, no congelaremos el enriquecimiento", respondió.

Su enroque, apenas una semana después de que se haya puesto sobre la mesa que está construyendo una segunda planta de enriquecimiento que no había declarado, augura malos presagios. Pero el plan de EE UU para reforzar las sanciones encuentra una respuesta cuando menos tibia en dos de los miembros clave del G-6, Rusia y China. Moscú ha pedido que no se usen las pruebas de misiles que Irán realizó los pasados domingo y lunes como "pretexto" para arrinconar a Teherán. Pekín, por su parte, solicita moderación ante la cita de Ginebra y dice esperar que "se relaje la situación".

Conocedores de esas diferencias, los iraníes las explotan. Así, Salehí también trató de mostrar las buenas intenciones de su país anunciando que "informará próximamente al Organismo Internacional de la Energía Atómica del calendario de inspecciones" del sitio. Pero eso no deja de ser una obligación bajo el TNP, algo que un portavoz de la Casa Blanca le recordó con firmeza el lunes.

"La nueva instalación es parte de nuestros derechos y no hay necesidad de discutir sobre ella", insistió Salehí, que también facilitó nuevos datos. El lugar, que calificó de una "pequeña Natanz", constituye una alternativa a esa planta de enriquecimiento para asegurarse de que "las actividades nucleares no se paran ni un momento". Por eso, dijo, se ha construido dentro de una montaña y cerca de una base militar como protección ante un eventual ataque. Meshkat (Linterna), como la ha bautizado Ahmadineyad, se encuentra a unos 100 kilómetros al sur de Teherán y a unos 20 al norte de Qom.

En la misma línea de dureza se pronunció el Parlamento iraní. En una declaración respaldada por 239 de sus 290 miembros, advirtió al G-6 con "nuevas decisiones" (léase retirarse del TNP) si sus miembros cometían los mismos errores del pasado. Aunque la última decisión la tiene el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, la Cámara puede formalmente obligar al Gobierno a dar ese paso. No obstante, la mayoría de los analistas consideran improbable ese paso.

El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, antes de una reunión ayer en Teherán.
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, antes de una reunión ayer en Teherán.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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