"En mi música hay sabores, colores e imágenes"
¡Excelente! Es la primera palabra que pronuncia tras saborear un meloso bocado de tortilla velazqueña. Su nombre da paso a charlar sobre su reciente visita al Museo del Prado, hasta donde se ha acercado para contemplar El jardín de las delicias. Eddie Mora (San José, Costa Rica, 1965) pasó 10 años de su vida en Moscú estudiando violín y composición. Allí conoció a su esposa, Ékaterina Shátskaya, también música, y prometieron ver juntos ese cuadro de El Bosco cuando viajaran a Madrid. "Nos interesaba mucho ver en directo la belleza de esa obra que es capaz de reflejar en tan poco espacio el paraíso, la Tierra y el infierno". El sueño de juventud lo lograron a través de la música.
El compositor latino ha fusionado ritmos negros, indígenas y españoles
Eddie Mora es el primer compositor hispanoamericano que edita en la colección de Música Actual de la Fundación BBVA. El disco, Música de Cámara, incluye piezas en las que "hay fusión de ritmos negros, indígenas, españoles y caucásicos. Es la mezcla de mi tierra y del lugar en el que me he educado musicalmente. Ahí están los colores, los sabores y las imágenes que he ido almacenando en mi memoria". El disco se grabó en Costa Rica, con intérpretes de ese país, y eso, según el autor, "tiene un valor añadido porque compartimos con el público no sólo la manera en que oímos la música, sino también la forma en la que la interpretamos".
Ha pedido corvina al horno, un pescado que se utiliza con frecuencia en la cocina de Costa Rica. "En mi país lo comemos en cebiche. Se deja macerar un día entero con zumo de lima y cebolla muy picada, y lo cierto es que está exquisito". ¿Y la comida en Rusia? "Al principio, para qué engañarnos, me resultaba imposible porque es contundente. Aunque tengo que decir que me ponía ciego a caviar de Astraján porque era barato. Las primeras veces me resultaba algo horrible, y ahora que me encanta no lo puedo comer por el precio tan impresionante que tiene (los 30 gramos están por encima de los 150 euros)".
El estudio del violín en el conservatorio Chaikovski de Moscú, gracias a una beca, le permitió adentrarse en el mundo en el que se sentía más feliz, la composición. "Es la manera que tengo de expresar lo que siento, de comunicar a los demás lo que fluye por mi interior. La música me enganchó desde que era niño y me atrapó para siempre".
El viaje de Moscú a Costa Rica fue, según recuerda, el encuentro con la libertad, con la creación y con el futuro. "Creo que el realismo mágico que existe en la literatura latinoamericana se puede sentir igualmente en la creación musical". Se volcó en la creación de un seminario de música contemporánea y trata de que ésta sea conocida fuera del ámbito cultural centroamericano. Ocupa el puesto de director artístico de la Orquesta Sinfónica de Heredia y es decano de la Facultad de Bellas Artes de Costa Rica.
Para finalizar el almuerzo no duda en pedir un tiramisú Nino, y confiesa que es la primera vez que lo saborea tal y como lo presentan en el restaurante, en un plato sopero y con el mascarpone en una bola tipo helado. ¿Resultado? Exquisito.
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