Con la cruz independentista a cuestas
Aunque sobre el papel la plataforma de partidos nacionalistas Galeuscat sigue existiendo, en el día a día político llama la atención la divergente actitud adoptada por sus integrantes respecto al Gobierno de Rodríguez Zapatero. El PNV busca y encuentra argumentos para coincidir con el PSOE en las Cortes, mientras sigue en la oposición en el Parlamento de Vitoria. En cambio, CiU aparece cada día más alejada del PSOE, más cómoda en su papel de oposición a la izquierda tanto en las Cortes como en el Parlament.
La ubicación de CiU como parte de un bloque opositor al PSOE puede ser una consecuencia inevitable de la consolidación del tripartito de la izquierda en Cataluña, que lleva ya seis años de vida. Sin embargo, difiere del comportamiento de la propia CiU durante la etapa de liderazgo de Jordi Pujol, antes de la llegada de Zapatero al Gobierno. En la permanente confrontación PSOE-PP, Pujol quiso que CiU actuara siempre que fuera posible como un partido centrista, en posición de bisagra, huyendo de integración en bloque alguno. Eso implicaba adoptar frente a los sucesivos gobiernos de España esa posición que ahora mantiene el PNV frente al de Rodríguez Zapatero. Fue lo que se consagró como política de favorecer la gobernabilidad. Empezaba por la votación de investidura de los presidentes de Gobierno en las Cortes y continuaba con la negociación de los presupuestos generales del Estado. ¿Por qué ha renunciado CiU a esa posición, que por otra parte no dejan de reclamarle los socialistas? ¿Por despecho, tras haber sido desalojada del Gobierno catalán?
En una semana, ERC ha echado por la borda los esfuerzos para aparecer como una fuerza ajena a aventurismos
La renuncia de CiU a desempeñar en las Cortes una función que parecía fruto de una genética pactista esencial tiene consecuencias directas en Cataluña. En el Parlamento catalán, CiU ha escapado de esa dinámica en algunas ocasiones, pocas. La más relevante es probablemente el acuerdo con PSC y ERC sobre la Ley de Educación. Pero eso no ha impedido que lo que se vislumbre al entrar en el último año de la legislatura sea un próximo choque electoral entre dos bloques, sin mucho margen para distinguir las diferencias dentro de cada uno de ellos. Por un lado, el tripartito de la izquierda. Frente a él, el bloque de las derechas formado por CiU y PP. El envite se prefigura como un todos contra todos.
A consolidar ambos bloques ha venido ahora, paradójicamente, el episodio de la agit-prop independentista lanzado con tanto éxito por los extraparlamentarios desde Arenys de Munt. Cada uno de los dos bloques parlamentarios lleva su respectiva cruz independentista tan bien como puede. Es decir, bastante mal. Esta semana se ha podido comprobar que ninguno de los dos va a descomponerse por esta causa, por muy rupturista que pueda parecer este debate.
Los dos partidos de la federación nacionalista de CiU contemplan, con horror apenas disimulado, la pendiente a la que les arrastra el brote de agitación independentista. El pánico les ha llevado a desenterrar para la ocasión nada menos que el cadáver político de Àngel Colom, el mismo que en 1996 fundó con Pilar Rahola el fallido Partit per la Independència (PI). Sin embargo, no han pasado del discreto "lo apoyaremos pero no lo impulsaremos".
Junto con CiU, un PP sumamente interesado en contar con los nacionalistas tanto en las Cortes como en el Parlament, se ve obligado a pasar por alto las tomas de posición independentistas de Artur Mas y algún otro dirigente de Convergència. No será eso lo que rompa los puentes que Mariano Rajoy tiende para encontrarse con Duran Lleida y Mas.
En el otro lado, el PSC, eje del tripartito de la izquierda, tiene que contemplar cómo desde la radiotelevisión pública de la Generalitat se jalea entusiásticamente mañana, tarde y noche la campaña de agitación de los extraparlamentarios. Y cómo uno de sus aliados, ERC, echa por la borda en una semana los esfuerzos de toda una legislatura, por otra parte, no muy exitosos, para presentar al electorado moderado el perfil de una fuerza de gobierno ajena a aventurismos.
Pero el tripartito, como si nada. No será eso lo que vaya a romperlo.
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