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QUEDA UN DÍA PARA LA GRAN VELADA CULTURAL

Lugares donde poder crear

De un garaje a un chalé prestado, cinco artistas abren sus estudios

Patricia Gosálvez

Los estudios de cinco jóvenes artistas abrieron ayer sus puertas a una delegación de periodistas, comisarios y críticos (los galeristas, ausentes). Una excursión que recorrió la realidad cotidiana de los espacios donde nace el arte. Una oficina con vistas. 17 personas, 15 metros cuadrados. La delegación se apiña en el estudio del venezolano Ricardo Alcaide, una oficina frente al Círculo de Bellas Artes que alquiló por 220 euros hace un año, el mismo día que llegó a Madrid. "Me enamoré de la terraza; para mí lo importante es la luz". Espacio no necesita tanto. Le basta con un portátil para crear sus irreales fotomontajes en los que la piel de los indigentes de Londres se pega a las fachadas de São Paulo.

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- Esculturas junto al tren. Desde los antiguos dormitorios de la estación de Fuencarral Adrián García ve fábricas y vías de tren. "Yo necesito espacio", dice entre los trajes de neopreno con forma de cocodrilo o calamar gigante que cuelgan del techo. Para alojarlos -junto a sus esculturas de catedrales irónicamente cubiertas con tiendas de campaña- necesita 120 metros, por los que paga 360 euros en un páramo de las afueras hace tiempo marcado por el poblado de Pitis: "Los artistas llegamos tres años después de los yonquis y tres antes de las parejas con niño".

- Chalé con piscina gratis. Hisae Ikenaga se lo ha montado mejor. La artista mexicana tiene mecenas, una pareja de coleccionistas que le presta un chalé en Arturo Soria a cambio de obra. Hay hasta una piscina que ha convertido en una cancha de baloncesto como parte de su serie Sistema métrico campo de fútbol. En los amplios salones caben varias esculturas. "Trabajar en casa es imposible", dice, "el frigorífico, la tele, la cama; muchas tentaciones".

- Cuadros en el garaje. La entrada de coches estaba tan mal diseñada que el garaje quedó clausurado. Ahora lo alquilan por 850 euros cuatro artistas. "Me gusta compartir, lo malo es la luz", dice Santiago Talavera en su espacio sin ventanas, pulcro y ordenado como sus minuciosos dibujos o su perfecta casita en miniatura que esconde un acuario. Su preciosista obra no está sola. En las estanterías se leen sus influencias (libros de Gorey a Bill Viola), y en una esquina, su otra pasión: una batería.

- Una manzana de artistas. En los antiguos talleres de Oporto se ha creado una especie de Williamsburg, el barrio neoyorquino de la bohemia. Edificios ocupados por músicos y artistas plásticos como Paula Rubio Infante que buscan un precio razonable (180 euros por 25 metros cuadrados). "En Madrid no hay ninguna ayuda pública para las bases", se queja la artista rodeada de retratos de mineros y limpiabotas que luego cubre con plomo o betún para explicitar su invisibilidad social.

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<i>La isla de los voraces</i>, en el estudio de Santiago Talavera.
La isla de los voraces, en el estudio de Santiago Talavera.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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