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AL CIERRE
Columna
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11-S

Hace poco, durante una mañana de ocio con mis hijos, vimos King Kong, la versión que produjo Dino de Laurentis, dirigida por John Guillermin y estelarizada por un jovencísimo Jeff Bridges y una guapísima Jessica Lange, en el papel de la chica que enamora al mono, y a cualquiera que mire hoy esa película. Al final de esta historia King Kong se sube a un edificio que, en la versión original de 1933, es el Empire State; ahí en la cúspide, con su novia imposible en su manaza, pelea contra unos biplanos de la época y después cae abatido por las balas. En la versión de 1976, la escena se repite pero con aviones caza y, en lugar de al Empire State, el gorila trepa a una de las torres gemelas del World Trade Center, y desde ahí tira mamporros letales a los aviones que lo acosan. La secuencia, que en 1976 era una simple puesta al día del edificio emblemático de Nueva York, resulta hoy escalofriante; ver a los aviones volando muy cerca de las Torres Gemelas y descargando su armamento contra ellas (aunque en rigor sea contra el mono) tiene hoy un significado distinto; le ha pasado lo mismo que a la fecha, 11-S, que antes de 2001 era patrimonio catalán. El canal 4 de la televisión inglesa transmitió, hace unos días, un inquietante documental sobre el 11-S; más que documental era una colección de vídeos casuales, hechos con cámaras domésticas, por gente que, espontáneamente, grabó lo que estaba sucediendo en su ciudad; primero un denso humo negro que salía de una de las torres y después todos los horrores de ese acontecimiento que cambió, si no el mundo, sí la forma en que nos desplazábamos por él: desde entonces viajar se ha convertido en una pesadilla. Esta colección de vídeos caseros, cuidadosamente montados, nos van contando una historia sin necesidad de voz en off, ni subtítulos, ni textos explicativos; se trata, claro, de la historia más famosa de los últimos tiempos, y la narración resulta tan potente como la de una estupenda película de acción que tiene al espectador sentado en el filo de la silla. Pero sucede que todo es real, es tan escalofriantemente real que uno tiende a pensar, y perdone usted la paradoja, que se trata de una ficción, quizá porque la realidad, cuando es demasiado real, parece mentira.

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