¡Al loro!, hay que clarificar el debate
Ni bufonada, ni demencia: un aplec de los nuestros que nos quedó estupendo con la rancia colaboración falangista y un poco de sentido cívico de este pequeño país.
La consulta de Arenys muestra que el proceso de aprobación del Estatuto y la agonía de la financiación no han sido gratis. Arenys no ha sido un éxito político de la independencia porque ganó claramente la opción convocante, pero la participación estuvo 13 puntos por debajo de la del referéndum del Estatuto, a pesar de haber ampliado el censo a partir de los 16 años.
Arenys es un éxito cívico poco criticable por la manera pacífica en que se expresó una voluntad política y es una saludable provocación, que enfrenta a los partidos tradicionales con sus contradicciones y sus disimulos.
Es un momento para que surjan espontáneos como Joan Laporta, aunque "es valiente pero no tonto", según un dirigente de ERC
El desahogo de Arenys ha representado un pequeño terremoto para los partidos. Especialmente para Esquerra Republicana de Catalunya, a la que el movimiento cogió a contrapié y que dudó inicialmente entre ahogarse o surfear la ola que iba creciendo al margen de su estructura. Movilizando ahora a sus cargos municipales para la convocatoria de nuevas consultas, ERC se garantiza una temporada de agitación que anime a unas bases que dudan de la rentabilidad política de su paso por el Gobierno.
No sólo los militantes se preguntan si el partido será capaz de capitalizar la acción de sus consejeros y del vicepresidente en el Gobierno. Las dudas de ERC y las posibles consecuencias electorales propias y del tripartito en su conjunto garantizan un distanciamiento entre los socios para intentar no fagocitarse electoralmente.
Con el discurso de su ecosistema diverso, el Gobierno ha legitimado una consulta que da oxígeno a ERC y no perjudica al PSC ni a iCV mientras manda un mensaje a quien corresponda sobre lo que el presidente de la Generalitat llamó desafección.
La consulta ha colocado también a CiU ante sus contradicciones, aunque ha demostrado que ha puesto la proa electoral. Artur Mas, con semblante de estadista transversal, envía a Àngel Colom a animar la fiesta y se "acompañan pero no se promueven" las consultas, en un quiebro florentino destacable. Convergència i Unió apuesta por un perfil bajo que le permitiría ver como los partidos en el Gobierno se cuecen en el jugo de la crisis económica.
El tacticismo de unos y otros se puede ir al traste por cansancio del electorado y un populismo que conecte con la legión de descreídos que ha añadido el proceso estatutario y la crisis. Podríamos estar allanando el camino para una candidatura extemporánea al estilo de la de Coluche en las presidenciales francesas de 1981, pero sin risas.
A falta de liderazgos y con el prestigio del ejercicio de la política en duda, es un momento propicio para la aparición de espontáneos. Podría ser el caso de Joan Laporta, aunque "es valiente pero no tonto", en palabras de un dirigente de ERC. Es una incógnita, de momento, si exponiéndose al debate negocia indirectamente su propio legado en el club para evitar candidaturas hostiles o ve viable su futuro en la política.
El escenario para su incorporación electoral no está dibujado aunque Joan Carretero le ceda una candidatura que él mismo puede tener difícil. A CiU le garantizaría los réditos electorales de la división del voto de ERC pero le plantearía serios problemas, inasumibles ahora con su socio de Unió.
Entretenidos en la cuenta atrás de la independencia, nos olvidamos de que las encuestas del CEO muestran otro panorama. La mayoría del 36,8% de los catalanes (baja dos puntos en cuatro meses) cree que Cataluña debe ser una comunidad autónoma. El 32,2% (tres puntos menos) está a favor de un Estado dentro de una España federal y el 19% (tres puntos más) cree en un Estado independiente. Por una región de España sólo están el 6% de encuestados. Visto el panorama, Arenys podría servir para clarificar las posiciones políticas y dejar de marear la perdiz, para saber qué propone cada cual. Sería la ocasión de superar los debates asfixiantes.
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