Hechos consumados

La decisión israelí de autorizar la construcción de 455 nuevas viviendas en Cisjordania, antes de aceptar una probable congelación de los asentamientos en territorios ocupados, es un nuevo paso en la línea de hechos consumados que caracteriza al Gobierno judío. El anuncio no ha sorprendido ni en Washington ni en Europa, que ya habían expresado públicamente su oposición a cualquier ampliación de la presencia de los colonos israelíes como un obstáculo real para reanudar el proceso de paz. Israel sigue construyendo 2.500 viviendas en Cisjordania, que piensa concluir, se alcance o no una moratoria en la colonización de la zona ocupada.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que se entrevista hoy con el enviado especial de la Casa Blanca, George Mitchell, declaró ayer que todavía existen discrepancias serias entre su Gobierno y el de Estados Unidos sobre el tema. El visto bueno a la construcción de las 450 casas es el primero que otorga el Gabinete israelí desde su constitución en marzo. Los equilibrios internos de esa amplia coalición, que va desde los ultranacionalistas de Avigdor Lieberman a los laboristas de Ehud Barak, parecen estar tras la nueva autorización que, sin embargo, no colma las ambiciones de los halcones e indigna a los partidiarios del diálogo con la Autoridad Palestina. Su presidente, Mahmud Abbas, reitera que no hay ninguna posibilidad de acuerdo con Israel sin una previa congelación de esa política expansionista que vulnera abiertamente la legalidad internacional.

Los asentamientos se han convertido en prueba crucial para calibrar la voluntad negociadora de Netanyahu. Desde que comenzaron, en 1968, Israel ha ignorado todas las presiones internacionales para frenarlos. Tras la retirada de Gaza, en estos momentos se calcula que unos 300.000 israelíes viven en asentamientos en Cisjordania y otros 200.000 en la zona este de Jerusalén, que no será incluida en ningún eventual acuerdo, según el primer ministro israelí.

Las nuevas viviendas añadirán más tensión a la degradada convivencia con la población palestina de Cisjordania, tres millones de personas sometidas cada día al estricto control por Israel de las carreteras, el agua, la energía o las comunicaciones. Y contribuirán a enquistar más un inacabable conflicto sangriento que desestabiliza la región y alimenta el odio contra Occidente.