Irreductible Carlos Saura
Carlos Saura estrena estos días en el festival de Toronto su última película, Io, don Giovanni, nueva aventura cinematográfica del autor, en esta ocasión muy peculiar puesto que a punto estuvo de no acabarse nunca. En ella, Saura cuenta las relaciones entre Mozart y Lorenzo da Ponte mientras colaboraban en la creación de la ópera Don Giovanni, en una época en que lo vital y la Inquisición se enfrentaban, uno defendiendo el placer y la alegría, y el otro el oscurantismo y la muerte. Tema perenne.
Con brillante fotografía de Vittorio Storaro y exquisito cuidado en la ambientación, Io, don Giovanni comenzó a rodarse hace un par de años en la Ciudad de la Luz de Alicante, reproduciendo allí con gran talento técnico la Viena y Venecia del XVIII; pero de sopetón, las dificultades económicas de los productores frustraron el proyecto, que sólo ha podido reanudarse gracias a un productor italiano empeñado en que la obra no quedara inconclusa. Por fin, esta bella película de Saura no exenta de humor y de cierto academicismo, especialmente hermosa en los momentos de los ensayos de la ópera, ha llegado a buen puerto.
Afán independiente
Es increíble este Saura de 77 años, que no para. Acaba de estrenar el espectáculo teatral Flamenco, hoy, ahora de gira por esos mundos, presenta nueva película en Toronto, y a principios de octubre comenzará el rodaje de Flamenco, flamenco, de nuevo con Storaro. Siempre armado con una cámara de fotos (Mujeres & monstruos ha sido su última exposición, este mismo año), aún tiene más proyectos para el teatro, el cine y la novela.
Saura ha dirigido más de 40 películas a lo largo de 50 años (la penúltima, breve, fue para la Exposición Universal de Zaragoza), lo que le convierte probablemente en el autor más prolífico de su generación. No parece afectarle el término crisis, ese latiguillo que particularmente en lo del cine venimos oyendo insistentemente desde la noche de los tiempos, no siempre sin motivo.
Pero en el caso de Saura no sólo se trata de cantidad, sino de independencia. A pesar del desdén crítico con que a veces se le trata en nuestro país, viene haciendo desde 1959 una obra personalísima, a su aire, a veces con gran acierto y otras lógicamente con menos -y quién no-, pero casi siempre con riesgo, investigando, ensayando, buscando fórmulas inéditas. Es un antídoto contra pesimistas y agoreros.
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