Con la vista puesta en Suiza
No para ver la nieve y así refrescar un poco el sofoco de estos días, sino porque, perdido en los calores de agosto, ha sucedido algo que merece ser comentado, ya que puede tener importantes consecuencias en el futuro.
Por primera vez en la historia del capitalismo financiero, la UBS (el principal banco suizo), ha accedido, con el acuerdo del Gobierno de la Confederación Helvética, a revelar a las autoridades norteamericanas los titulares de unos cuantos miles de cuentas "secretas", relacionadas con problemas de fraude y evasión fiscal. No se trata ahora de valorar si ello supone el principio del fin de los paraísos fiscales, o si sólo quedará en anécdota. Pero sí de realizar algunas reflexiones sobre el tema.
La desaparición de los paraísos fiscales depende en gran parte de los Gobiernos que proclaman que deben desaparecer
En primer lugar, constatar que la negativa suiza a levantar el sacrosanto secreto bancario está en la consideración, en la legislación suiza, de la evasión fiscal como una "transgresión" pero no como un delito, en contra de lo establecido en los países de la OCDE. En algunos otros lugares, incluidos sectores de la población de Cataluña, también parece que evadir impuestos no es un delito, sino un ejercicio de responsabilidad económica. Aceptar lo que ha aceptado, es para Suiza un cambio radical. Sorprende que una sociedad con una cultura fuertemente calvinista y una tradición de fuerte exigencia de derechos individuales y de cumplimiento de obligaciones civiles y sociales, haya sido durante tanto tiempo en este tema, tan incongruente. Todos aquellos que conocemos bastante el modo de actuar de los ciudadanos centroeuropeos, estamos acostumbrados a unas conductas llenas de responsabilidad y de respeto por los derechos colectivos (derechos que se financian con los impuestos de todos). A esta responsabilidad contraponemos a menudo la frivolidad mediterránea, por no hablar de las "repúblicas bananeras".
Esto de evadir impuestos y de estafar al Estado (es decir, al resto de los ciudadanos) parecería más propio de estas otras culturas, y consecuentemente los paraísos fiscales creados y mantenidos para permitir la impunidad de estos delitos, se asocian con palmeras y playas de arenas blancas. Pero, si nos detenemos a pensar en ellos veremos que es muy distinto. Dejando de un lado Suiza, Luxemburgo está en el corazón de Europa, las Channel Islands (Jersey) y Gibraltar están en la órbita británica, Mónaco y parcialmente Andorra bajo tutela francesa, ¡y en parte tutela eclesiástica! Las Antillas holandesas, su nombre ya lo indica... Es claramente cínica la posición de estos Gobiernos que legislan con dureza en sus territorios y al tiempo facilitan la puerta de atrás y propician el mantenimiento de estos refugios.
En multitud de análisis sobre la crisis internacional, se ha puesto de manifiesto la gran influencia de los paraísos fiscales en la gestación, propagación y empeoramiento de la misma, y en las dificultades de resolverla si no se consigue su desaparición. Basta pensar que mientras la totalidad de los fondos propios de todos los bancos de la OCDE se sitúa alrededor de los 5 billones de dólares, y mientras los gobiernos occidentales han dedicado ya casi 4 billones de dinero público a intentar resolver la crisis, se ha calculado que los activos financieros off shore, es decir, escondidos fuera del sistema, superan en mucho los 10 billones. No hace falta decir que el cálculo no es fácil de hacer. Por otra parte, todo intento de endurecer la regulación a nivel mundial resulta altamente inefectivo mientras existan zonas oscuras.
La reunión del G20 de hace unos meses ha supuesto una clara declaración de guerra contra ellos, ya que en caso contrario las medidas que se tomen serán siempre fácilmente burladas por el capital financiero. Parece que existe un consenso político sobre el carácter delictivo de las evasiones y las ocultaciones, pero este consenso puede resultar sarcástico si no se empieza mirando hacia lo que está más cerca, ya que la desaparición de estos enclaves no depende sobre todo de terceros, en otras partes del planeta, sino en buena parte de la voluntad de los mismos gobiernos que proclaman esta necesidad.
Y por cierto, a nivel catalán, no es válido el razonamiento de "yo pagaría correctamente mis impuestos si los pudiera pagar al Estado catalán, pero no al español". A mí también me gustaría que ello fuera así, pero estas manifestaciones no son más que excusas de mal pagador. ¡Nunca mejor dicho!
Joan Majó es ingeniero y ex ministro
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