Luces y policía a la espera de actividad
Los porches de la Boqueria, cuyo ambiente nocturno remite a la 'Tierra Negra' de la posguerra, serán permeables cuando se acabe la reforma de la Gardunya
"Mucha iluminación y que haya actividad, además de más vigilancia", explica la urbanista Zaida Muixí, especialista en estudiar cómo el espacio público puede ser más accesible y seguro, especialmente para las mujeres. "Los espacios más complicados suelen ser los descampados o los que no tienen posibilidad de paso, en los que no hay salida o ésta no se ve a simple vista. Esto es lo que pasa con los porches de la Boqueria, que pese a estar junto al lugar más transitado de la ciudad están como en ninguna parte". En su opinión el problema aquí no es urbanístico sino político.
En el caso concreto de los porches del mercado, además de más iluminación y más policía, concluye que seguramente una solución concreta es cerrarlos y considerarlos parte del mercado en lugar de espacio público. Es algo que horroriza a la arquitecta Carme Pinós, autora del proyecto de reforma de la plaza de la Gardunya que propone airear los pasajes, que incluso crecen en el nuevo edificio de viviendas, para hacerlos permeables y dar mayor circulación y transparencia al paso entre La Rambla y la Gardunya. Pero esto, dice, es un proyecto en marcha que tardará entre cuatro y cinco años en materializarse.
"Sería una pena que por un tema político se pusieran verjas", dice Pinós
"Ahora el problema es que los porches, sobre todo el de la parte del lado Hospital, son un cul de sac y por eso hay lo que hay", afirma Pinós, que vio escenas parecidas a las publicadas en este diario en sus visitas previas a la elaboración del proyecto. "Pero la solución pasa por la legalización de la prostitución o, si eso no es posible, por iluminar mejor el porche y gastarse un poco más en vigilancia; lo que no es de recibo es que se quieran cerrar. Es un problema político y sería una pena y una tristeza que por no ser capaces de solucionarlo se decidiera poner unas verjas que, si son provisionales darán una imagen muy cutre y son permanentes tirarán al traste con un proyecto importante de mejora del conjunto".
Lo que sucede en estos porches no puede confundirse con lo que pasa en el Raval, afirma el sociólogo Joan Subirats, autor del libro Del Xino al Raval (Hacer, 2008). "El Raval ha sido siempre un barrio reincidente, una mezcla de centro y periferia a la que han ido llegado nuevos pobladores. Pero el fenómeno actual es nuevo porque a estos elementos se le ha unido el fenómeno del turismo de masas. Y la mezcla de inmigración, a veces ilegal, y de turismo barato genera este tipo de ocupación del espacio público. Esta prostitución va allí porque es donde están estos turistas, igual que otros visitantes de congresos buscan a las prostitutas en otros sitios. Es injusto estigmatizar el barrio por eso, porque tiene poco que ver con su realidad social".
Prostitución, dice Subirats, ha habido siempre en el Raval, aunque tal vez no a estos niveles. La periodista Elisabet Parra, autora de La Barcelona calenta (Robinbook, 2009), libro centrado en la prostitución en la ciudad entre 1939 y 1956, se remonta a las que podían vivirse en la Tierra Negra, un solar en la falda de Montjuïc a la que acudían las prostitutas que no tenían el permiso para ejercer. "Con la entrada de las tropas franquista, todas se fueron de Barcelona porque temían que las persiguieran por putas y por rojas", explica. "Pero hubo tantas violaciones que las autoridades franquistas volvieron a legalizar la prostitución acotándola a los meublés y a las casas de tolerancia. Tenían que estar censadas, ser mayores de 23 años y tener un carnet. Las que no cumplían estas condiciones iban a la Tierra Negra, en la que el sexo se practicaba de pie, o en el suelo, sin ningún tipo de condiciones higiénicas".
Para el historiador Ferran Aisa, autor de El Raval: un espai al marge (Editorial Base, 2006), "en La Rambla siempre ha habido prostitución, pero no de esta manera", indica. "Casi habría que retrotraerse a la Edad Media, cuando el Raval era extramurallas. Por cierto, el primer burdel estuvo situado detrás del de Sant Josep, donde ahora está la Boqueria". Aisa afirma que el barrio se ha rehabilitado con centros culturales de élite, pero "faltan entidades de base para el pueblo que ayuden a crear comunidad".
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