Cambiar carriles bici en perfecto estado
Los obreros llegaron, levantaron el carril bici de la entrada noroeste de Valencia y lo repusieron. ¿El problema? Pues que como bien saben los pocos usuarios de la zona, estaban prácticamente nuevos. El único cambio consistió en sustituir el pavimento, hasta entonces pura acera pintada de rojo, por ladrillos rojos. La diferencia de rodar sobre uno u otro es prácticamente cero, dicen los ciclistas, que se preguntan por qué una ciudad tan deficitaria en carriles bici renovó tramos perfectos en vez de ampliar la red.
El Ayuntamiento que dirige Rita Barberá dedicó 1,6 millones, de los 141,1 que recibió inicialmente del fondo local a la "renovación y mejora del carril-bici". En ciertas calles, las obras estaban más que justificadas. En muchas otras resultan difíciles de entender salvo que se miren desde una perspectiva estrictamente keynesiana de estímulo de la demanda a través del gasto público.
Barberá no saludó la puesta en marcha del Plan E. Criticó los plazos, los importes máximos, su inutilidad para atajar el paro, y con especial energía los carteles del Gobierno que acompañan cada obra. Al mismo tiempo, hizo lo que pudo para recibir hasta el último euro que le tocaba. Este dinero ha permitido acometer obras que de otra manera la ciudad no habría podido costear a corto plazo: tres escuelas infantiles, ampliación de aceras...
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