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Entrevista:Ana Tarrés | ENTREVISTA

"Con metas ambiciosas se dan pasos de gigante"

Gabriela Cañas

El equipo español de natación sincronizada ha iniciado este año sus vacaciones con un sueño cumplido: una medalla de oro en un campeonato mundial, el de Roma. Es la primera. Probablemente no será la última. Al frente del grupo, trabajando intensamente desde hace 22 años, hay una mujer llamada Ana Tarrés que un día se aburrió de la natación (tras ser campeona de España y participar en unos Juegos Olímpicos) y pasó a entrenar a niñas primero, a mujeres después. Sus padres son profesores, y dice que es quizá esa vocación por la enseñanza la que la ha convertido en una entrenadora capaz de transformar a un grupo de niñas aficionadas a la sincro en un equipo de élite capaz de colgarse medallas (incluso sin la número uno, Gemma Mengual) superando a potencias como Canadá, Estados Unidos, China o Japón. Y lo ha hecho además con atrevimiento, casi insolencia, rompiendo los moldes clásicos de esta disciplina: cambiando El lago de los cisnes por un desgarrado Yesterday de Ray Charles, haciendo espuma donde nunca se hizo y subiendo al podio a deportistas que han superado los 30 años.

"soy tozuda, y si pongo mi empeño en algo, casi siempre lo consigo"
"en este equipo hemos crecido juntas a nivel personal y profesional"
"gemma mengual, sin un equipo detrás, lo habría tenido más difícil"

Esta entrevista tiene lugar en su domicilio, en Esplugues de Llobregat. Es una casa en vertical, casi un balcón a Barcelona, que se adapta al desnivel de la colina y en cuya planta baja hay, claro, una pequeña piscina. Varias componentes del equipo se someten ahí a una sesión de fotos para una publicación deportiva justo antes de partir de vacaciones. Ella organiza todo lo necesario y también lo que no lo es. Ha acarreado unas cuantas botellas de agua mineral y de refrescos para todos, ha encabezado con su coche la procesión hasta su casa, ha ofrecido bebidas a todos, ha intentado cambiar el billete aéreo de Thaïs Henríquez que se va a Canarias, se ha ocupado de su pequeña hija, Julia, de siete años, que la reclama antes de irse con unos amigos, y ha ignorado o respondido varias llamadas de alguno de sus dos móviles. Da la sensación, en fin, de tener esa rara capacidad de atender varias cosas al mismo tiempo sin perder el ritmo de ninguna de ellas. Apabullante.

Su vida es un recuento de campeonatos y medallas hasta el punto de que debe calcular su edad pasada a través de ellos, y la medida de su ambición y su asertividad queda patente en el abuso sin sonrojo de la primera persona del singular y en la determinación de sus decisiones y sus opiniones.

Me imagino que vienen ustedes encantadas de los éxitos logrados en el Campeonato del Mundo de Natación celebrado en Roma. Sí. Roma ha significado una vez más el éxito de un trabajo en equipo. Lo que hemos cosechado es fruto de 20 años de trabajo. Hemos ido aumentando el número y color de las medallas. El equipo sigue en progresión. Es una satisfacción personal para un trabajo a veces cuestionado, quizá por la metodología. ¡Qué mal queda esto!, ¿no? [Se ríe]. Quizá por la poca metodología. Yo he sido una persona muy autodidacta.

Muy atrevida, diría yo también. Sus coreografías son poco ortodoxas. Sí, muy atrevida. Lo que yo he hecho no está escrito. No hay ningún libro que te enseñe cómo ser una buena entrenadora de sincronizada. De hecho, las mayores a veces dicen que ellas han sido conejitos de Indias. Porque no sabíamos mucho de nada. Hemos ido aprendiendo. Yo creo que la magia de este grupo es que hemos crecido juntas a nivel personal y a nivel profesional. Esto ha hecho que el grupo sea fuerte.

¿De dónde ha salido usted? ¿Hay alguien en su familia que se dedicara a esto o fue simplemente fruto de la casualidad y la vocación? Mi padre ha sido profesor de matemáticas de la Politécnica, y mi madre, de Física y Química y Farmacia. Ha sido gente muy potente, pero en absoluto vinculada al mundo del deporte. Desde pequeña veraneo en un pueblo de Tarragona, el Sarral, y allí hicimos el cursillo de natación, de la misma manera que lo está haciendo ahora la Julia [su hija]. Y se ve que ya allí apuntaba buenas maneras. No era la que ganaba más carreras, pero destacaba. Yo era buena nadadora, pero también era buena gimnasta. Es una buena combinación. Porque yo me aburrí de la natación y en la catequesis conocí a una niña que hacía sincro y así fue como de casualidad me metí en este deporte.

Un deporte que supongo era entonces muy minoritario. Muy minoritario, sí. Me llevaron al [club de natación] Kallipolis y a los seis meses ya despuntaba y acudía al Campeonato de España. Entrené toda mi vida con César Villegas y con María José Bilbao, que ahora es juez. Fui campeona de España muy jovencita y participé en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. En 1986 dejé la alta competición. Yo creo que desde bien pequeña tenía esta vocación de entrenadora. Mi madre me lo dice ahora, que yo siempre hacía de profesora con mis hermanas. Quizá he adquirido esa dote pedagógica de mis padres.

¿Tuvo apoyo suficiente desde el principio como entrenadora? En el Kallipolis me dieron el grupo de natación de las pequeñitas. Siempre he tenido una gran empatía con los demás para poderlos ayudar, para que mejoren, así que en esa época la gente mayor me hacía regalos porque sólo me faltaba tirarme a la piscina con las niñas para enseñarles a nadar. Con aquel grupo de pequeñitas ya empezamos a obtener resultados. El primer momento importante en mi vida profesional es cuando se monta el Centro de Tecnificación de la Federación Catalana después de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992. En ese grupo ya entra Gisela Morón y Laura Amorós, que ha sido ayudante mía y que no ha venido a este campeonato porque acaba de tener un hijo. En la temporada siguiente vinieron Irina Rodríguez y Gemma Mengual. Y ahí empiezo a formar lo que sería la preélite de la sincronizada. En ese centro había instituto, de manera que las chicas ya podían compaginar los estudios con el entrenamiento. En 1995 logramos un quinto puesto en el Campeonato Europeo contra todo pronóstico. En los Juegos Olímpicos no se habían cumplido los objetivos (se alcanzó el puesto 13º) y se había hecho una recortada bestial de presupuesto, con lo que la sincro prácticamente había desaparecido. Pues bien, de eso pasamos con mi grupito de niñas a ese quinto puesto, y a partir de ahí ya va todo seguido, obteniendo éxitos.

¿Cómo ha aprendido a ser entrenadora? La culpa de todo la tiene César Villegas. Es el presidente de Kallipolis y es la persona que creó la sincronizada en España junto con el club Canoe, con María Aumacellas. Kallipolis siempre me ha ayudado a estar en constante renovación. En 1992, aprovechando los Juegos, se queda a trabajar con nosotros Karen Babb, la madre de la campeona olímpica estadounidense Kristen Babb. De ella aprendo yo la motivación. Me decía que los españoles siempre corregíamos en negativo y que quizá había que hacer lo mismo, pero en positivo.

¡Qué buen consejo! Sí, sí, sí. Yo aprendo de esta señora y entonces yo debería tener… [hace cuentas]. Ahora tengo 42. En 1992 debería tener…

Veinticinco años. Pues a esa edad cae en mis manos toda la filosofía americana de la motivación y a mí esto me captura y me interesa. Cuando se va Karen, yo tenía una coreografía montada con unos giros… La gente me decía: "Ana, esto lo tienes que cambiar porque no vas a poder hacerlo". ¿Que no? ¡Vaya! [da golpes en la mesa con el puño]. Otra cosa no seré, pero sí que he sido muy tozuda. Creo que tengo una gran capacidad de trabajo, no me asusto ante las dificultades y visiono algo. Y es que pongo mi empeño en algo y casi siempre me sale. Al cabo de los años me dicen: "¡Felicidades! No creí que lo conseguirías".

Y usted, encantada de conseguir sus propósitos. El club siempre me pagaba los viajes a las competiciones. He tenido un espíritu muy curioso. Yo sé que no sé nada, que todo está por aprender y que de cualquier situación y de cualquier persona uno aprende. Cada año o cada dos años venía alguien a estar una semana con nosotros. En 1997 viene la canadiense Leslie Wachs. Canadá ya tiene entonces un plan muy desarrollado de planificación a todos los niveles de la sincro, del que yo aprendo, porque mi formación no es deportiva. Yo soy licenciada en Filología Anglogermánica. Lo que sé de deporte viene de mi experiencia y de los cursos de entrenadores, de auxiliar, de entrenador superior…

Usted, entonces, hizo la carrera mientras entrenaba. Yo acabé la carrera en 1992 y por eso he entusiasmado siempre a mis chicas. Ellas lo tienen más difícil porque nuestras perspectivas son mucho más altas. Lo que ellas tienen que invertir en el deporte es mucho más de lo que yo invertí. Estamos haciendo entre cuatro y ocho horas. Cuatro a principio de temporada y ocho al final.

¿Ocho horas diarias de lunes a viernes? De lunes a sábado, aunque el sábado se entrena un poco menos, y el deporte implica cansancio físico y, por tanto, psíquico. Hay que ser muy fuerte, pero muestras son amores. Irina ha acabado Fisioterapia. Tengo gente que ha empezado Arquitectura; otra está haciendo Químicas; otra, Educación Física…

Supongo que es importante la forma física, pero es difícil ser un deportista de élite sin cabeza. Claro, claro. Clarísimo. Yo creo que hay que tener las dos virtudes, y que la capacidad mental, dado el nivel de exigencia actual, es cada vez más importante.

¿Cómo hacen las coreografías, en qué se inspira? La gente me ayuda a inspirarme. Normalmente sé lo que no quiero y raramente sé lo que quiero. Yo creo que tengo una gran capacidad de escuchar a la gente. Y de preguntar. Le cuento a todo el mundo mis problemas y mis historias. Así que cuando busco una música diferente siempre hay alguien que me la encuentra. El músico y yo tenemos el mismo espíritu. Trabajamos de manera desordenada a veces, un domingo por la noche, pero éste es un trabajo de gente ambiciosa y profesional que se divierte con lo que hace. Los que no se divierten no están. Abandonan.

Creo que a veces son las improvisaciones de las propias nadadoras la fuente de inspiración. Totalmente. Yo aquí no soy la madre de nada. Yo soy una más dentro del proceso de creación. Quizá soy la líder porque soy la que tengo la decisión final. Con el tiempo he desarrollado esta capacidad de discernir lo que va a salir bien o lo que va a dar resultado, aunque no siempre sea lo mejor. Pero en el proceso de creación todo el mundo colabora. Las mismas niñas son las que traen las músicas y las que dicen qué les gustaría nadar. Gemma quería para su solo en el Mundial de Roma el Stairway to heaven de Led Zeppelin, aunque también trajo el Yesterday interpretado por Ray Charles. Al final, le dejamos a ella el Yesterday y todos entusiasmados. Esto es, a todos los niveles, un trabajo en equipo. Yo soy el director de orquesta, pero sólo impongo la disciplina.

Usted ahora se siente muy segura de sí misma. Ante la perspectiva de que Gemma Mengual se retire en un futuro próximo, se ha alegrado de que pueda ser entrenadora con usted y ha dicho que ya habrá otras nadadoras… Bueno, a ver, Gemma y yo hemos tenido la gran suerte de estar juntas en esta historia. Hemos hablado mucho sobre cómo afrontar la siguiente vida. Al principio, ella no se veía como entrenadora. Ahora, sin embargo, sí se ve trabajando conmigo. Gemma y yo hablamos el mismo lenguaje. Irina y Gisela, también. Hemos crecido juntas desde el minuto cero. Todo sale mucho más fácil con ellas.

Con ellas, además, ha desafiado otra vez una norma en esta disciplina: la de la edad. Algunas componentes del equipo han superado los 30 años. En este aspecto soy un poco feminista. Yo creo que las mujeres valemos mucho y que si la sociedad o la estructura nos permite estar dedicadas al deporte durante una larga temporada, ¿por qué no aprovecharlo? Yo creo que la mujer, cuanto más madura, sabe mejor lo que quiere. Siempre he intentado ir en contra de las etiquetas en estos deportes tan femeninos donde cuando pasas cierta edad ya no sirves. Es otro reto. Yo pienso que de la misma manera que hay hombres haciendo deporte y no niños haciendo deporte debemos tener mujeres haciendo deporte.

De modo que una cosa es que haya que sentar las bases cuando se es niña para llegar a ser una deportista de élite y otra es que no se pueda perdurar. Exacto. Y es especialmente importante en este deporte en el que es esencial la experiencia, el conocimiento de tu propio cuerpo y de tus capacidades. Yo estoy viviendo la edad de oro de la sincronizada, entre otras cosas porque estoy trabajando con mujeres, no con niñas. Ellas forman parte de todo el proceso de entrenamiento. Esto para mí es un honor. Estar en este equipo es ahora muy fácil.

Me choca la estética tan femenina de este deporte y debo confesar que, precisamente como feminista, siento cierto rechazo ante tanto maquillaje. Yo creo que hasta en esto hemos sido innovadores. En esta competición, una entrenadora me dijo que éramos el único país que no decoraba el pelo de las nadadoras, que no llevábamos grandes parafernalias en el moño… [Se lo piensa largamente]. Yo creo que esto forma parte de la estética del deporte. No tiene otro significado. [Vuelve a reflexionar]. Sí, es un deporte femenino.

¿Usted prescindiría del maquillaje? A mí me da igual. Yo creo que forma parte de este deporte, igual que llevamos bañadores con lentejuelas, lo que a nivel televisivo aporta espectacularidad. También es cierto que estamos intentando que estén más guapas con la menor cantidad de maquillaje posible.

¿Es parte de su trabajo buscar patrocinios? No. Esto ha ido saliendo con el tiempo, y especialmente ahora con los éxitos. Buscamos la manera de entusiasmar a las empresas para que colaboren con nosotros, y la muestra es el centro tecnológico Leitat, que el año pasado colaboró con los bañadores de luces. Pero son las becas ADO las que han dado seguridad a los deportistas. Y a mí el Comité Olímpico me ha dado la oportunidad de repartir el dinero en función de las aportaciones individuales.

De modo que usted hace ahí, en los ingresos económicos, la distinción. Sí, porque hay gente que aporta mucho a la competición y poco al día a día, y viceversa. Y tampoco se valora igual a la gente que acaba de entrar que a la que lleva quince años. Me han ayudado mucho para poder premiar a cada nadadora.

Prácticamente todas sus colaboradoras son también mujeres. Bueno, no. El preparador físico es un hombre, y también el fisio. La aportación masculina es importante porque los hombres entran menos en las pequeñeces del día a día y eso ayuda.

¿Qué distingue a un número uno del resto en el deporte? Una capacidad individual diferente. En el caso de Gemma, creo que tiene un don natural para este deporte. Se mueve en el agua como nadie. También es verdad que es la persona en la que yo más he invertido desde el minuto cero. Apuntó muy pronto un estilo diferente, pero el éxito de todo esto ha sido una número uno con un equipo. Gemma por sí sola, sin un equipo detrás que te apoye en todo, lo habría tenido difícil. Por otro lado, ella ha sido ese talento tan humilde que todavía ahora tiene. Con las jóvenes que entran tiene un trato natural. Forma parte de esta capacidad del número uno.

¿Cómo gestiona los fracasos? El año pasado se fueron tres nadadoras y le criticaron a usted duramente. Es ley de vida. Lo que nos pasa a nosotras es lo que ocurre en cualquier familia. El día a día es duro y hay momentos difíciles y hay gente cuyas expectativas individuales no coinciden con las expectativas del equipo, y creo que poniendo todas las cartas sobre la mesa se gestionan todas las situaciones. El equipo está por encima de las individualidades.

¿Se pone usted pequeñas o grandes metas? Yo tengo una visión global importante. La meta que me he puesto para los próximos Juegos Olímpicos es una medalla de oro, y sólo con un objetivo tan ambicioso uno puede superarse a pasos agigantados en el día a día. Tengo esa necesidad de cambio, de no repetirme, de trabajar con gente distinta, de buscar estímulos distintos. Es lo que hace que el equipo vibre.

Me temo que seguirá usted discutiendo abiertamente las decisiones de los jueces. Yo creo que hay que analizar con perspectiva lo que ha pasado en Roma y no pensar que el problema es sólo de ellos.

O sea, repasar el vídeo e incluso reconocer que en ocasiones fueron los jueces los que tuvieron razón. Exacto. Exacto. Pero, mire, nosotros somos profesionales del deporte y los jueces son aficionados, y hay jueces como la de Aruba, que nos castigó especialmente en este mundial de Roma. Claro, esta persona ¿qué es lo que ve en su carrera? Es un poco injusto comparado con el nivel tan alto de competición que tenemos en Europa. Yo creo que soy igual de exigente con los jueces que con mis nadadoras o con mi equipo técnico. Se trata de que vayamos todos a una y que todos mejoremos con el deporte.

Ana Tarrés, entrenadora del equipo de natación sincronizada.
Ana Tarrés, entrenadora del equipo de natación sincronizada.CATERINA BARJAU

Una filóloga en el agua

Se licenció en Filología Anglogermánica, pero Ana Tarrés siempre se ha dedicado a la natación sincronizada. Nacida en Barcelona en 1967, fue campeona de España. En 1984 participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (en la foto, a la derecha, con Mónica Antich y Rosa Costa). En 1997 es nombrada entrenadora del equipo nacional.

Con Ana Tarrés, la natación sincronizada española, apenas inexistente, se ha situado en la cúspide mundial desbancando a las estadounidenses, las canadienses y las japonesas. En 2003, el equipo obtuvo las primeras medallas mundiales. En julio de este año ha logrado seis de plata y una de oro. Sólo las rusas siguen por encima.

En marzo de este año, la Federación de Natación ha renovado a Ana Tarrés su contrato como entrenadora hasta los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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