TRUMAN, EL DE PALAFRUGELL
Pocos lo sabían entonces, pero el mundano autor que llegó a la Costa Brava en 1960 resultó ser Capote. Buscaba tranquilidad para escribir una obra maestra sobre cierto asesinato múltiple
Llegó la primavera de 1960. Era el mes de abril, apenas cinco meses después de que cuatro de los cinco miembros de la familia Clutter fueran asesinados en su granja de Holcomb, en Kansas, Estados Unidos. Buscaba un lugar tranquilo donde escribir la que iba a ser su obra maestra, A sangre fría, la novela de ese crimen, y el escritor y periodista estadounidense Robert Ruark le recomendó la Costa Brava, donde él se había instalado desde mitad de la década de 1950, según el cronista de los famosos que por allí pasaron Lluís Molinas. Así llegó Truman Capote a Palamós, donde, hasta 1962, residió durante tres períodos de tiempo, siempre de primavera a otoño.
Esa franja de la Costa Brava, festoneada entonces por tranquilas playas de arena dorada y pequeñas calas jalonadas por salvajes acantilados poblados de pinos, era ya conocida en el mundo desde 1950 gracias a la Pandora y el holandés errante y las andazas de su protagonista, Ava Gardner, durante su filmación. De hecho, cuando el mundano escritor llegó a Palamós, los numerosos rodajes internacionales realizados habían convertido la zona en una suerte de Costawood por el constante desfile de glamourosas estrellas de Hollywood.
Esto, y la singular indiferencia que las gentes del lugar mostraron siempre por el éxito y los famosos, hizo que aquel americano llamado Truman Capote, que ya había publicado Desayuno con diamantes y había vendido los derechos para su adaptación cinematográfica, pasara inadvertido. Bueno, casi inadvertido. Sus amanerados ademanes llamaron bastante la atención. "Éste es de Palafrugell", decían eufemísticamente para no mentar la palabra marica. Pero ni una entrevista, ni la más mínima reseña en la prensa española de la época de su estancia. Sólo era un escritor.
Seguir el rastro de Capote en Palamós no resulta fácil. Sus habitantes se enteraron realmente que había vivido allí durante una época cuando en febrero de 2006 se estrenó en España la oscarizada biografía del escritor que protagonizó Philip Seymour Hoffman. Y al año siguiente, el Ayuntamiento colocó una placa en el edificio frente al puerto de pescadores donde había estado la primera casa en que vivió. En la placa se puede leer el fragmento de una carta que envió desde allí al poco de llegar: "Esto es un pueblo de pescadores, el agua es tan clara y azul como el ojo de una sirena. Me levanto temprano porque los pescadores zarpan a las cinco de la mañana y arman tanto ruido que ni Rip Van Winkle podría dormir".
Todavía queda gente en Palamós, muy poca, que lo conoció y trató. Josep Pagés, camarero jubilado, y su hermano gemelo merendaban cada tarde en la segunda casa que Capote alquiló, situada sobre un acantilado en el término municipal vecino de Sant Antoni de Calonge. Allí vivió con su compañero y amante, el también escritor Jack Dunphy, su gata Tiatia y su perro bulldog Charlie J. Fatburger. La madre de Josep, Pepita Blanch, fue la mayordoma y cocinera del escritor. Llegaba a la casa cada día a las siete de la mañana y lo primero que hacía era encender la chimenea. "Siempre la tenían encendida, aunque estuviéramos a 30 grados, y andaban por la casa todo el día en taparrabos", recuerda Pagés.
Apenas alteraba la rutina. Desayunaba temprano, acompañaba en coche a Pepita a Palamós para que hiciera la compra, atendía la abundante correspondencia que le llegaba a un apartado de correos y al mediodía almorzaba. Le gustaba mucho la zarzuela de pescado, señala Josep. Luego, entre las dos y las ocho de la tarde, dormía. Cenaba y empezaba a escribir. Paseaba con frecuencia por los pinares de la zona y los domingos el marido de Pepita, paleta de profesión, le llevaba a pasear en barca por el mar. La propina era espléndida, 500 pesetas. El sueldo de una semana poniendo tochos.
Apenas se relacionaba con la gente, ni con los famosos que vivían en la zona ni con las celebridades de Hollywood que por allí pasaban. Sí que recibía, de vez en cuando, visitas que llegaban de Estados Unidos. Su amiga escritora Nelle Harper Lee, que le traía nuevas sobre el caso de los asesinos de los Clutter; la princesa Lee Radziwill, hermana de Jacqueline Kennedy; Babe Paley, icono social de la época, o la artista Gloria Vanderbilt, entre otros. ¿Orgías? "¿Qué orgías?", inquiere Josep. Bebía, y mucho, recuerda. En especial, ginebra. "Y no había drogas", apostilla.
Capote se enamoró en Palamós del paraje y la casa que poco antes de la Guerra Civil se había hecho construir el armador inglés Lord Inskape en medio de un pinar en Sanià, entre la pequeña cala Canyers y la playa El Castell. Desechó la idea de comprarla porque a Jack Dunphy le gustaba más la nieve y ya había adquirido un chalet en Vevier (Suiza). Abandonó Palamós en otoño de 1962 y jamás regresó.
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