Los parleños se quejan del alcantarillado
Cada vez que la lluvia aprieta, los vecinos de la calle de Jerusalén de Parla (108.000 habitantes) saben que sus sótanos peligran. Cuando se pregunta al Ayuntamiento de la localidad por los daños de la tormenta que cayó el pasado lunes sobre el sur de Madrid, éste responde que se limitan a 20 garajes en chalés. No parece que tenga en cuenta los trasteros de este barrio humilde. A sus vecinos no les extraña. "Hemos puesto muchas quejas y no nos hacen ni caso", asegura Álvaro Payán.
Varios de los residentes en esta calle cuentan que el alcantarillado "es una chapuza". En cuanto llueve con un poco de fuerza empieza a salir agua de los sumideros de los sótanos, que están normalmente ocupados por trasteros. Rosario Huertas salía ayer del suyo con dos cubos llenos de agua. Dentro, todo eran cajas húmedas. Los charcos ocasionados por las lluvias todavía estaban ahí al día siguiente del chaparrón. "Los libros de la carrera de mi hijo, los muebles, todo ha quedado mojado", explicaba. Aquí no hay bomberos. Son los vecinos los que se apañan para sacar agua de sus viviendas. O de negocios como la frutería de Amlhay Jalal, que pasó toda la madrugada de ayer sacando cubos para que las lluvias no dañasen la mercancía.
En el polígono Ciudad de Parla, muchos no han tenido tanta suerte. Algunos ya vieron de madrugada cómo sus sótanos quedaban completamente anegados. A otros les llegó la noticia por la mañana. Sus propietarios cuentan que la infraestructura para construir el tranvía, que pasa muy cerca, aisló las alcantarillas al otro lado de las vías hace alrededor de un año. Esto ha provocado que en más de una ocasión los sótanos queden inundados.
El agua le llegaba ayer al cuello a uno de los empleados de Driplas, una empresa de plásticos y perchas. "No sabemos los daños; no seremos los más perjudicados porque nuestro material no es el más valioso", explicaba ayer por la tarde mientras los bomberos de la Comunidad sacaban agua sin parar. Después de más de una hora de achique, las cajas todavía flotaban en el sótano.
En la nave de al lado, una empresa de frío y aire acondicionado, su gerente calcula que el estropicio ha sido mayor: "Entre materiales y daños en la nave, creo que puede llegar a 600.000 euros". Cuando los bomberos quitaron lo más gordo, los empleados de la empresa pusieron a funcionar unas bombas que ya tenían. "No es la primera vez que pasa desde que está aquí el tranvía", relata el empresario.
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