La crisis multiplica los taxis pirata en la Costa Dorada
Ingleses y ciudadanos del Este revientan los precios del sector
La hilera de taxis apenas avanza en la parada de Salou (Tarragonès) mientras el ajetreo de turistas en vehículos privados domina los principales hoteles de la ciudad. "Aprovecho el verano para hacer caja", comenta apurado Michael antes de llevar a tres jóvenes ingleses al aeropuerto de Reus. Michael, inmigrante rumano de 43 años, es instalador de aparatos de aire acondicionado con afición de taxista: recoge y transporta pasajeros, pero cobra menos. La carrera desde Salou al aeropuerto de Reus (17,6 kilómetrso) es de 30 euros y Michael rebaja la tarifa 10 euros, dicen encantados los británicos. Menos los taxistas oficiales, todos ganan.
La actividad de taxis sin licencia se ha disparado en la Costa Daurada este verano. "Es exagerado, hay más taxistas que vendedores de gafas de sol en la playa", ilustra un portavoz del Consistorio de Salou. El sector diferencia entre dos tipos de intrusismo: empresas ilegales organizadas como un auténtico servicio de transporte y vehículos privados que aspiran a un sobresueldo. Este último perfil se manifiesta con más fuerza que nunca en la franja que comprende Cambrils, Vila-seca y La Pineda. "Siempre teníamos problemas, pero este verano hay un chorro de piratas", protesta Pedro Martínez, de 54 años y con más de 30 al volante de su taxi. "Se les ve en cada parada, incluso reparten sus teléfonos entre nosotros por si nos sobra trabajo", añade. Fuentes municipales señalan: "Son inmigrantes que deben de buscar un respiro ante la falta de empleo en la construcción". "Nosotros salimos perdiendo", lamenta Martínez.
Las tarifas más altas
El golpe entre los profesionales es severo porque se suma a un verano de crisis: menos turistas y caída de ingresos. "En julio de 2008 gasté 2.500 euros en gasóleo, y este julio, sólo 1.000", ilustra Juan Cotes, otro taxista veterano que aguarda clientes. "No podemos competir en precios con los piratas. Ellos no pagan licencia ni impuestos", dice Luis García, otro taxista. La diferencia es abismal porque Tarragona es una de las provincias con los taxímetros más caros de España: la bajada de bandera cuesta entre 3,91 y 4,93 euros, según sea tarifa diurna o nocturna; más incluso que en Barcelona (3,4 y 4,2 euros). "Revientan los precios y nadie hace nada", se indigna García.
Los Mossos y la policía local lo tienen difícil: sólo pueden actuar si ven pagar el servicio. "Es casi imposible. Pagan antes, durante el viaje, en la autopista. Luego se hacen pasar por amigos o familiares. No se van a dejar coger", señalan fuentes municipales. Quizá por eso el rastro de los piratas es descarado: sus tarjetas inundan los bares anglosajones, las recepciones de hoteles y restaurantes. De los clientes de un céntrico alojamiento se alimenta Steve, obrero inglés ahora en paro. "Son mis amigos, no hablo español", dice.Junto al volante se amontonan copias de su tarjeta de presentación: "Man with van. Taxi runs to airport. Cheap" (Hombre con furgoneta. Viajes en taxi al aeropuerto. Barato). "Son muy precavidos y juegan al despiste con los desconocidos", explica la recepcionista del hotel. Al otro lado de la acera, el taxista García anota la matrícula de Steve. "Le denunciaré en comisaría. Al menos hay que identificarlos, hacer una lista. Saber a cuántos nos enfrentamos".
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