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Reportaje:

Un americano en Al Qaeda

Un estadounidense que luchó en Afganistán junto a los talibanes entregó planos para atentar en Nueva York - El ex militar será juzgado en EE UU

Un avión espía de la CIA mató, el 21 de noviembre del año pasado, a Rachid Rauf en Pakistán. Rauf, que tenía 27 años, poseía la nacionalidad paquistaní y la británica. El servicio secreto de este país le vinculaba con la frustrada voladura, en agosto de 2006, de aviones civiles estadounidenses que efectuaban la ruta de Reino Unido a Estados Unidos.

¿Quién indicó a la CIA dónde estaba Rauf? La respuesta ha tardado siete meses en obtenerse. El delator fue, probablemente, Bryant Neal Viñas, un norteamericano de 26 años al que el Ejército paquistaní detuvo una semana antes del asesinato de Rauf. Bachir el Ameriki, el apodo que los terroristas de Al Qaeda habían dado a su compañero de armas, fue inmediatamente entregado al servicio secreto estadounidense.

No fue aceptado como suicida a causa de su débil formación religiosa
Nacido en Queens, se convirtió al islam en 2004 y estudió árabe y pastún

A finales de 2008 la fiscalía de EE UU acusó a Viñas de intentar asesinar a militares estadounidenses en Afganistán y de proporcionar apoyo a terroristas. Suministró a Al Qaeda planos del metro de Nueva York y de la red ferroviaria de Long Island, que el Día de Acción de Gracias de 2008 estuvieron en estado de máxima alerta. La prensa tardó aún seis meses en saber que un joven nacido en Queens había sido reclutado por el grupo de Osama Bin Laden. Su juicio está previsto para después del verano.

Poco ha trascendido de lo que Viñas confesó a la CIA y al FBI. María, su madre, de nacionalidad argentina, sí declaró públicamente que esperaba "no volver a ver" a un hijo al que llamaba "osito de peluche", pero que fue "destruido" por un progenitor peruano, el ingeniero Juan Viñas, "muy religioso" como lo fue el propio Bryant. Sus padres se divorciaron cuando era adolescente y aquella decisión le afectó mucho.

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Tres meses antes de que se conociese la inculpación de Viñas y de que éste se declarase culpable, una comisión rogatoria belga, compuesta por jueces y fiscales, le interrogó en la sede del FBI en Nueva York. Quería averiguar qué sabía sobre las andanzas de Hicham Beyayo, un belga musulmán, en Afganistán. Christophe Marchand, el abogado de Beyayo, entregó a este periódico amplios extractos de aquella declaración de Viñas, una auténtica mina sobre la vida en los campamentos de Al Qaeda.

Al poco tiempo de llegar a tierras de Bin Laden, un jefecillo terrorista pidió a Viñas que fuese candidato a perpetrar un atentado suicida y él aceptó. Le enviaron a Peshawar, en el noroeste de Pakistán, para recibir entrenamiento, pero dos de sus superiores le hicieron observar que "necesita más formación religiosa" antes de ser kamikaze. El proyecto se aplazó.

Viñas se había, sin embargo, convertido al islam en enero de 2004 tras dejar de ser un destacado miembro de la comunidad católica a la que pertenecía. De pequeño había sido incluso monaguillo y boy-scout. Al cumplir 18 años se alistó en el Ejército, pero su contrato fue de corta duración. Tras su conversión empezó a estudiar árabe y pastún, la lengua de los talibanes, al tiempo que acudía, casi a diario, a la mezquita.

No le resultó difícil contactar e introducirse en los círculos más cerrados de Al Qaeda gracias a familiares de paquistaníes con los que trabó amistad en Nueva York. Viajó, en septiembre de 2007, a Pakistán. Dos meses después, tras dos intentos frustrados, logró, gracias a una familia afgana instalada en Lahore, ser presentado al jefe de un "grupo combatiente".

Su primera tarea consistió en almacenar munición de mortero en los recovecos de una montaña, pero a los seis meses ya se había ganado la confianza de una organización supuestamente temerosa de ser infiltrada. Recibió el primero de sus cursillos de formación sobre armas básicas como el fusil de asalto AK -47 o la metralleta PK-102. La lista de clases de instrucción que ofrece Al Qaeda es impresionante. Incluye desde la preparación a francotirador hasta cómo organizar un secuestro o envenenar a un enemigo.

El testimonio de Viñas confirma también la afición burocrática de Al Qaeda. Los alistados rellenaban formularios con sus datos, elegían un apodo y entregaban toda su documentación a la organización terrorista. Algunos, que poseían ya adiestramiento militar, se incorporaban a veces a las filas de los talibanes.

Los nuevos reclutas que estaban además dispuestos a ser kamikazes debían apuntarse en una lista aparte. Junto con dos decenas de estudiantes, Viñas siguió un curso sobre cómo confeccionar un chaleco-bomba que empezaba por familiarizarles con diversos explosivos.

"Al Qaeda exige que sus combatientes terminen todos una formación básica antes de permitirles combatir a lo largo de la frontera", señaló Viñas a sus interrogadores belgas. Él la concluyó en septiembre pasado y, a continuación, fue elegido para participar en dos ataques desde Pakistán contra una base militar de EE UU en Afganistán. Ambos fueron un fracaso. El primero se abortó "a causa de problemas de comunicación con la radio" y, en el segundo, los proyectiles "no cayeron sobre la base".

Viñas se codeó sobre todo con combatientes yemeníes, saudíes, y con Rachid Rauf, pero como sus interrogadores eran belgas puso especial énfasis en rememorar sus conversaciones con un marroquí, Hamza el Alami, que fue taxista en Bruselas y tenía tres hijos. Este magrebí, que había sido imán a tiempo parcial en la mezquita de su barrio bruselense, "echaba de menos a su familia y tenía ganas de volverles a ver en Bélgica". Pero también barajaba hacer otras cosas en el que fue su país de acogida. "Se estrujaba las meninges sobre la posibilidad de atacar los campos de fútbol en Europa (...)", recordaba Viñas.

El americano de Al Qaeda no fue apresado durante una acción militar. Fue detenido cuando, durante un permiso, recorría el noroeste de Pakistán en busca de una mujer con la que casarse.

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