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Reportaje:

La supernaranja maldita

El propietario valenciano de un nuevo híbrido cítrico cederá sus derechos a los Estados Unidos ante las extrañas dificultades que le acarrea

Miquel Alberola

Álvaro Sanchis Sisternes tiene la sensación de que molesta. Desde hace unos años, asegura, es víctima de un acoso implacable. Envenenan a su perro, entran en su casa, se la registran, le abren la caja fuerte y, sobre todo, sus campos de naranjas sufren toda suerte de sabotajes y ataques. Además, relata, lo han "dormido" tres veces y en una de ellas le hicieron "una excavación en un ojo" por la que la doctora que lo atendió en el hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva puso una denuncia. Él también ha llegado a poner "más de cien", 22 de ellas al Seprona, aunque sólo lo hace cuando puede probar hechos, ya que de lo contrario, afirma, creerían que no está "bien de la cabeza".

El origen de estas tribulaciones se remonta a 1999, cuando descubrió que uno de sus naranjos de la variedad Valencia sufrió una mutación espontánea que produjo un híbrido entre naranja y clementina con grandes posibilidades comerciales. Según su descripción, se trata de un nuevo árbol de tipo mandarino que produce un fruto sin semillas con un alto contenido de zumo y "sabor extradulce". Y lo mejor: llega fuera de temporada y puede recolectarse entre marzo y septiembre, meses en que no hay producción.

El propietario de la nueva variedad ha denunciado varios ataques a sus árboles
Agricultura señala que la variedad tendrá que esperar unos cuatro años

Este agricultor de Canals llevó su "supernaranja", que llama alvariña en honor a sí mismo, al Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) en 2005 para que siguiera los trámites habituales de evaluación y análisis, y a partir de aquí, afirma, comenzaron sus problemas.

El IVIA mostró incredulidad y exigió que un ingeniero agrónomo comprobase el nuevo híbrido. Después de hacerlo, la Extensión Agraria de Xàtiva lo llevó al IVIA y el propietario pudo tramitar el registro de la nueva variedad en los Estados Unidos, que le fue concedido en 2007. Pero, a su expediente en el IVIA, explica, siempre "le faltaba algo" y se fue empantanando y eternizando. En 2007 volvió a iniciar los trámites y ha llegado a ir dos veces al IVIA con un notario para certificar que su híbrido sigue el curso oportuno y no está siendo retardado. En este proceso ha utilizado una decena de abogados. "Pero acaban comprándolos a todos", revela.

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A partir de aquí, indica, empezaron a secarle los árboles con productos químicos, como Oxamilo (un carbamato sistémico que se aplica sólo en suelo), a romperle ramas, a entrar en su casa e incluso, asegura, a intervenirle su correo. "Detrás de esto no está cualquiera", denuncia. Sanchis apunta hacia las grandes firmas del sector, a las que acusa de querer arrebatarle su "supernaranja". "Hay siete u ocho empresas complicándome la vida", precisa, y, además, añade que también sufre el vacío de los viveristas para que no pueda comercializar las plantas. Él establece una conexión entre estas empresas y el IVIA, al que acusa de estar retrasando la comercialización de los plantones.

La Consejería de Agricultura, a la que pertenece el IVIA, asegura que la variedad ha sido injertada y que habrá que esperar a que produzca frutos para comprobar que son diferentes, estables y homogéneos. Este proceso, según Agricultura, puede tardar entre dos y cuatro años. Una vez cumplido, la Oficina de Variedades del Ministerio de Agricultura procederá a su registro.

Sanchis es consciente de que lo tiene muy complicado porque el propio relato de lo que le sucede apunta a línea de flotación de su circunspección. "Me han ido llevando hasta el borde del precipicio, por eso he tomado una determinación", advierte. Teme que le ocurra "algo" y como en la Comunidad Valenciana se "lo cierran todo", ha decidido ceder los derechos de explotación al Gobierno de los Estados Unidos. Él pretendía explotar por sí mismo la naranja mediante un plan en el que ningún agricultor sobrepasase la cantidad de 2.000 árboles, a fin de que el producto estuviera repartido y no lo acapararan las grandes empresas. Pero su idea se desvanece.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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