El remordimiento
Obama ha lamentado que los bancos no hayan mostrado "remordimiento" alguno por los abusos que cometieron y que originaron la peor crisis económica de los últimos 75 años. El presidente de EE UU no tiene la sensación de que después de todo lo sucedido "haya habido un cambio de cultura o de comportamiento" en el mundo de las finanzas. Por ello considera imprescindible un modelo regulatorio obligatorio que establezca las garantías para que no se vuelva a las andadas. Ante ello, prevé que la reforma regulatoria devendrá en una "gran batalla" en el Congreso, donde la industria financiera tiene algunos defensores poderosos.
La prueba de esto último se manifestó la pasada semana en la comparecencia semestral del presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, en el Comité de Servicios Financieros del Congreso americano, donde anunció que el paro se extenderá todavía a lo largo de mucho tiempo y que crece la inseguridad laboral junto al declive del valor de las casas y al crédito restringido. Bernanke, que tiene que ser reelegido o sustituido el próximo mes de enero, se las vio tiesas con quienes están en contra de que la Fed adquiera más poderes en la reforma regulatoria que lidera Obama.
La reforma regulatoria de las finanzas será una gran batalla. Los banqueros prefieren "autorregularse"
En realidad, conforme aumentan las buenas noticias sobre la marcha de algunos bancos y se aleja el fantasma de una debacle financiera mundial, se hacen más retóricos los énfasis en la necesidad de una poderosa reforma regulatoria del sector. Falta poco tiempo para que oigamos decir de nuevo a algún caradura que lo mejor es que los dejen autorregularse. Ante este peligro cierto, el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Joaquín Almunia, dijo hace unos días en San Sebastián que "hay algo muy profundo que ha cambiado con la crisis; las autoridades no van a consentir que los financieros vuelvan a las andadas y a la situación anterior". Veremos.
Tanto Europa como EE UU se hallan volcados en cambios regulatorios, aunque los problemas de ambas zonas no sean exactamente los mismos. En la UE se trata de pasar de una regulación y supervisión nacional a una comunitaria en un mercado único de servicios financieros; en EE UU, de poner en orden el laberíntico entramado regulatorio, de acabar con el sistema bancario en sombra (fuera del balance) y en establecer una línea financiera divisoria clara entre bancos y no bancos (aunque se denominen como tales).
Y en ambas partes, solucionar la misma agenda: qué hacer con las instituciones demasiado grandes para quebrar, elaborar normas contables semejantes, restaurar la disciplina de mercado y los incentivos, y diseñar una estrategia de salida de la oleada de intervenciones públicas recientes. Tanto Almunia como Bernanke han hecho hincapié en los últimos tiempos en abordar una "retirada suave y oportuna" de los estímulos extraordinarios y los rescates bancarios.
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