LA SUIZA NAVARRA
Resulta que el mejor caballo de carreras de Europa (que en estos asuntos equivale a decir del mundo), un pura sangre inglés, no se está criando ni en Inglaterra ni en Francia, por poner dos ejemplos de gran tradición hípica y con unas condiciones naturales más que aptas para esa tarea excepcional. Resulta que el lugar de parada de Dyhin Diamond, así se llama el semental, está a 30 minutos de Pamplona y a 40 de San Sebastián, en el Valle navarro de Ultzama, un prodigio de la naturaleza donde las distancias no se miden por kilómetros, sino por minutos. Uno de los hijos de Dyhin Diamond ya ha sido premiado en Ascot. De forma que el centro de cría caballar Haras de Ultzama se considera una de las mejores fábricas de caballos de carreras.
Los caballos se han convertido en una actividad económica esencial para la zona
El valle está tan protegido que hasta la hierba tiene 'label' o marca registrada
Este valle en forma de U, llamado también la suiza navarra, lo forman 14 concejos, que han parado los pies a cualquier pretensión especulativa inmobiliaria. Su capital administrativa y social (donde está el Ayuntamiento, las piscinas, la escuela, el frontón y el centro de salud) es Larrainzar. A pocos kilómetros, en Zenotz, aterrizó hace tres años el arquitecto Patxi Mangado empujado por la afición de su hija a montar a caballo. Así que, después de muchas idas y venidas a Madrid, de unos cuantos premios ganados, y de salirle muy cara la afición, decidió construir en este valle hermosísimo atravesado por ciervos, el Centro hípico de alto rendimiento de doma clásica. Aparte de su uso como centro de entrenamiento, de vez en cuando le sirve también al arquitecto como centro de operaciones de la Fundación Arquitectura y Sociedad, del que es uno de los promotores.
Así que los caballos se han convertido en un filón económico. Dyhin Diamond vale 18 millones de euros. A escasos kilómetros, en Francia, son una fuente de ingresos por exportación superior a la industria del automóvil y en Irlanda son la primera industria nacional.
En cuanto a Ultzama, el secreto de tanta bondad está en sus praderas, cuya inclinación es la más adecuada para fortalecer los músculos, y en su hierba, que tiene tantas propiedades que ponen en la órbita del mundo a los caballos que salen de ahí. Este valle de naturaleza desbordante y generosa está tan protegido (su capital es el primer municipio sostenible de España) que la hierba tiene label o marca registrada, Heno de Ultzama. Y por proteger, las setas también lo están. Aunque esto no fue producto de un afán ecológico, sino de una polémica entre navarros y guipuzcoanos. Éstos acudían en tropel a cogerlas, cosa que a los del valle les sentaba como un tiro y los llamaron robasetas. Los aludidos respondieron que los navarros (que no tienen playa) invadían La Concha, así que les llamaron meaplayas.
El resultado fue que se ha constituido un parque micológico y toda una cultura en torno a los preciados hongos. Hay zonas específicas para cogerlos, se tiene que hacer con una cesta para que las esporas se cuelen y se siembren de nuevo y hay que pagar un ticket según los kilos, un euro por kilo aproximadamente. Lo de tener que pagar enconó más el ambiente, pero con ese dinero se paga a un micólogo que, cuando se entrega la cesta, además de examinar si es o no comestible, aconseja los más sabrosos y la forma de cocinarlos.
La oficina para gestionar un día de recogida de setas está ubicada en Lizaso, y en la carretera que va hacia Guerendiain, al sur del valle, se encuentra el robledal de Orgi que cuenta con área recreativa para comer lo cosechado. Pero en Lizaso hay algo más, un campo de golf que a decir de los entendidos es de los más bellos de España.
Para rematar con una actividad cultural siempre queda el Museo Jorge Oteiza, que ya no está en Ultzama, sino en Alzuza pero sólo separadas por media hora en dirección a Pamplona. El edificio construido por el que fuera su amigo, Sáenz de Oíza, alberga el legado de un artista polifacético y esencial para entender el arte del siglo XX.
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