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Reportaje:

El Alamín, un pueblo fantasmagórico

Las 40 casas abandonadas de un antiguo poblado del marqués de Comillas reciben los fines de semana la visita de aficionados a la parapsicología

Rebeca Carranco

Cuenta la leyenda que un día un pastor condujo el ganado hasta el monte y por la mañana aparecieron todos muertos: las ovejas y su guía. Fallecieron en la misma finca en la que vivían, en El Alamín. El pánico se extendió por el poblado y sus habitantes huyeron. En los foros de Internet esta historia del abandono del municipio serrano, que se produjo hace más de diez años, se ha esparcido como la pólvora. El lugar se ha hecho famoso como pueblo fantasma y aficionados a los fenómenos paranormales van cada fin de semana para grabar psicofonías y recorrer sus tres calles de tierra, el convento, la iglesia, la escuela, el bar y las 40 casas que siguen en pie.

Los habitantes de Villa del Prado (6.182 habitantes) están hartos de la situación. El Alamín es parte de su término municipal y muchos de los que hoy viven en Villa del Prado vivieron en su día en el poblado de 40 casas, trabajando las tierras del marqués de Comillas. "Ahí no hay fantasmas, lo garantizo", afirma Rafa Cuéllar, de 37 años, uno de los últimos en abandonar el núcleo de casas. Su familia y las demás se fueron cuando el marqués bajó el ritmo de cultivo de la finca, que se dedicaba sobre todo al tabaco y al algodón. El marqués construyó el poblado en 1957 precisamente para que sus trabajadores no tuvieran que desplazarse. Hace ocho años dividió su parcela en tres y las vendió. Las 40 casas pertenecen hoy a una empresa que se llama Residencial Rural El Alamín. Un colchón tirado en el suelo con una pintada que dice "moriréis" es lo primero que se encuentra quien visita el poblado. Se dice que el espíritu de un sacerdote pulula por la antigua parroquia y que se aparece en las fotografías. También se dice que los teléfonos móviles pierden la cobertura en el pueblo. Historias de miedo, todas falsas.

Los habitantes se fueron cuando bajó el ritmo del cultivo en la finca

Lo más que le puede pasar a alguien en El Alamín es llevarse un susto cuando las ventanas baten, cuando la hierba silva con el viento o cuando la verja medio rota de la entrada resuena al golpear con la piedra que la sujeta. Eso o toparse con uno de los 20 hombres disfrazados de militares, con pistolas de aire comprimido. Son jugadores de air soft, un entretenimiento que consiste en simular una guerra, que utiliza las instalaciones para sus partidas. "Nunca nos hemos encontrado ningún fuego fatuo", bromea uno de los jugadores.

"Los nuevos dueños han tenido que reponer la verja ni se sabe cuántas veces. La rompen para entrar", asegura Miguel Ángel Sampayo, concejal de Planeamiento, Urbanismo, Obras Públicas, Comercio, Régimen Orgánico y Medio Ambiente de Villa del Prado. "Se han llevado hasta la campana de la iglesia, de hierro forjado", añade. Él no vivió en El Alamín, pero conoce a familias que sí lo hicieron. Como la de Rafa Cuéllar, que fue bautizado en la iglesia, compartió clase con 15 niños más en la escuela del poblado hasta quinto de EGB y disfrutó de las romerías, procesiones y fiestas varias que se celebraban. "Me hubiera gustado casarme ahí", asegura el hombre, sentado en el Ayuntamiento de Villa del Prado.

Su padre, Dionisio, fue chófer del marqués de Comillas. Luego se dedicó a cuidar del ganado bravo. "Sólo pagábamos la luz", recuerda Cuéllar. Las casas pertenecían al marqués, y cuando los trabajadores se jubilaban la dejaban, con el mobiliario incluido, que hoy está destrozado. En los buenos tiempos, más de 150 personas vivieron en El Alamín. "Era un lugar precioso y hacíamos lo que queríamos, como sacar la mesa en mitad de la calle", cuenta. Cuéllar abandonó el pueblo a los 26 años. Su familia fue de las últimas en irse. Se mudaron a un piso en Villa del Prado.

El hombre tiene todavía en mente a las monjas del convento, las noches de Navidad hasta las tantas de la madrugada en el bar, que todavía guarda las cajas llenas de cascos de bebidas, y las veces que el marqués acudía al poblado para asistir a misa. Hace años que no visita el poblado. "Me da mucha pena cómo está", dice, en alusión a los destrozos y a la vandalización que sufre. Su madre tampoco lo visita ya por el mismo motivo. Su padre falleció.

El plan de los nuevos propietarios es arreglar las casas y ponerlas a la venta, según explicó uno de los miembros de Residencial Rural El Alamín. "Por ahora, como andan las cosas, no lo vamos a poder hacer", argumentó. Como siempre, la crisis. El día que lo hagan, Rafa Cuéllar será el primero en comprársela y los espiritistas se quedarán sin pasatiempos.

En Madrid existen 20 municipios abandonados

En la región existen 20 núcleos de población abandonados, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), que toma como referencia el censo de 1996. Pero la estadística tiene truco. Se trata de "entidades singulares de población", es decir, cualquier área habitada dentro de un término municipal diferenciada dentro de la localidad y que se conoce con un nombre propio. Eso incluye caseríos apartados, urbanizaciones, entre otros.

La mayoría de los poblados que recoge el INE tenían ya menos de diez habitantes en 1996. Sólo cuatro tenían más de veinte, y ahora ya no tienen ninguno. Se trataba de Alamín (21 moradores en 1996), Humanejos y El Prado (con 39), El Monte (49), y Río Guadarrama y Casa de Roque (con 103 cada uno).

La comunidad autónoma con más "entidades singulares de población" abandonadas es Galicia, en las provincias de Lugo y Ourense. Le sigue Asturias.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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