_
_
_
_
Tragedia de Ryan y Dalila

Entre el hospital y la mezquita de la M-30

Juan Diego Quesada

Mohamed el Ouriachi se crió en los años noventa en el barrio de Moratalaz, concretamente en la calle del Corregidor Diego de Valderrábano, en medio de una plazoleta en forma de curva. Le gustaba de adolescente lo que a la mayoría de la gente de su edad y en un principio no mostró mucho interés por la religión. Mataba el tiempo en otras cosas. Estuvo empleado en la construcción pero al tiempo se vio como muchos otros españoles: sin trabajo. Entonces decidió prepararse las oposiciones a policía municipal, mientras cuidaba de su esposa, Dalila, una joven marroquí de 19 con la que se había casado a principios de este año y que estaba embarazada.

La pareja iba junta a todas partes. No era raro verles haciendo la compra, paseando, llevando al parque a los hijos del padrastro de Mohamed... En el tiempo en el que vivieron en Madrid lo hacían todo en compañía. Eso incluía sentarse en una pequeña mesa del salón a leer el Corán. Mohamed no sabía escribir en árabe y Dalila empezó a enseñarle. Poco a poco. Letra a letra. Él, por si acaso, siempre tenía a mano un libro sagrado escrito en castellano. La habitación de la pareja, que antes era la de Mohamed durante su infancia, está llena de sus versos favoritos del Corán. A la vez, él le enseñaba a ella español. Procuraba que Dalila se leyese el temario de sus oposiciones y le encantaba grabarla con el móvil mientras lo hacía. Los dos se partían de risa viendo las grabaciones. Ahora las escucha de vez en cuando y dice que siente un dolor "indescriptible" cuando lo hace.

Más información
Ryan, Dalila, Driss

En esta época, la pareja frecuentaba mucho la mezquita de la M-30, adonde iba a rezar. El interés por la religión de Mohamed creció de forma considerable al lado de Dalila, y en la mezquita también hizo amigos. Allí le recuerdan con sus pantalones pesqueros y sus zapatillas de deporte, rezando por la mañana o a última hora del día. Aunque, sin duda, lo que más se recuerda en la mezquita es este último mes de junio en el que a Mohamed se le veía angustiado. Dalila había tenido fuertes dolores durante su sexto mes de embarazo, dolores terribles para los que, en sus idas y venidas a urgencias, no se encontraba una explicación concreta. Mohamed pasó el mes de junio entre el hospital, el piso de Moratalaz y la mezquita. El chico iba a pedir consejo al imán y a rezar. Las palabras que le parecían "tan complicadas" en árabe, las que tanto le costaba entender, fueron en estos momentos, según quienes le conocían, su consuelo.

Una tarde, mientras estaba en la mezquita, le llamaron del hospital para decirle que el estado de Dalila era muy grave. Salió a toda prisa. Cogió el coche y de los nervios no podía ni conducir. El coche se le caló varias veces. Una pareja de la Policía Municipal que pasaba por allí le paró y le pidió la documentación. Él contó todo, que su mujer estaba muy grave y que encima estaba embarazada. Incluso que su caso había salido por televisión. No le creyeron. "Vete tú y tu gripe", le dijo con desprecio uno de los agentes antes de dejarle marchar. En ese preciso momento, a punto de ir a ver a su mujer gravemente enferma y recién salido de la mezquita, lleno de rabia, decidió abandonar las oposiciones a policía.

Mohamed no se separó de Dalila ni un minuto. Teresa, la vecina de enfrente en el piso de Moratalaz, cuenta que el adolescente que hace poco era Mohamed se había convertido en este tiempo en un hombre responsable y serio que cuidaba mucho de su mujer. Andaba preocupado por su salud, como le contó a su vecina en varias ocasiones mientras cogían juntos el ascensor o se encontraban en la compra. Toda la atención la depositaba en ella.

De repente, todo se acabó. Dalila, infectada por la gripe A, murió en su semana 28 de embarazo, justo al día siguiente de que su hijo Ryan naciese por cesárea. Dos semanas después, el pequeño ha muerto por un terrible error médico. En la mezquita precisamente ha sido velado esta semana el cuerpo de su hijo. Mohamed, en esta enorme construcción blanca que está en obras durante el verano, ha aparecido hundido, sin fuerzas. Golpeado doblemente por la tragedia. Ha perdido todo en dos semanas. Aquí, donde venía a rezar con su mujer, donde estaba aprendiendo árabe, donde había conocido la fe, era ahora el lugar donde todos le consolaban. No se ha hablado de otra cosa en las últimas semanas en la mezquita. De eso y de un cartel pegado en las paredes, escrito en árabe y español, donde se dice que las prestaciones sociales a desempleados y mujeres divorciadas se van a interrumpir por "la crisis y la falta de donaciones". Nadia Otmani, responsable de la asociación de Alamal de mujeres marroquíes, ha estado estos días por allí ayudando a la familia. Otmani no está nada contenta con el trato que la embajada dio a la familia cuando murió Dalila e incluso piensa que las autoridades de su país no reaccionaron hasta que murió Ryan y el rey Mohamed VI fletó un avión para llevar el cadáver hasta M'diq. "A partir de ahí cambió el trato", dice.

Saif, el encargado de asuntos culturales de la mezquita, asegura que la familia ha demostrado una enorme entereza. La madre de Dalila ha pasado allí muchas horas esta última semana y muchos recuerdan cómo, a veces, cuando hablaban de la joven enfermera que al parecer cometió el error con Ryan, la abuela decía que le perdonaba. No quería guardarle rencor. "Son grandes de espíritu", afirma. Saif entiende el dolor que sufre Mohammed, el chico que había decorado un cuarto para el bebé y que estaba lleno de fotos de Dalila. "Le han destrozado la vida en apenas un mes".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_