Aval para Obiang
El ministro Moratinos alaba en Guinea avances democráticos que no existen
La extravagante parafernalia que ha rodeado la reciente visita a Guinea Ecuatorial de una delegación española ha hecho perder de vista la cuestión de fondo: ¿qué ha ido a hacer exactamente el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, a una de las más largas e implacables dictaduras de África? Si se trataba de construir una política de Estado, no se entiende que el inicio de esa política se concrete en un viaje oficial que Obiang capitalizaría a su favor. Como tampoco se entiende la retórica del nuevo comienzo en las relaciones con Guinea, puesto que, sean cuales sean los errores que haya podido cometer la España democrática, ninguno es comparable al de sojuzgar a un país y expoliar sus recursos, como ha hecho Obiang durante los 30 años que lleva en el poder.
La presencia de empresarios en la delegación de la que se rodeó el ministro tal vez sea indicio de la intención última de un viaje incomprensible: abrir un espacio de negocio para las empresas españolas ahora que Guinea se ha convertido en uno de los principales productores de petróleo africanos. Resulta cuando menos sorprendente que, al margen de consideraciones éticas, el Gobierno promueva los intercambios con Guinea sin considerar los gravísimos problemas de seguridad jurídica. Y en abierta contradicción con la política exterior de principios que anunció Zapatero.
El voluntarismo en las relaciones con Guinea tiene un límite, y esta visita, que sigue a otra del propio Moratinos y a un accidentado viaje de Obiang a Madrid, lo ha superado con creces. Una delegación oficial de un país democrático no está obligada a escuchar sin inmutarse cómo un dictador llama perezosos a los ciudadanos que sojuzga para justificar la apropiación de las rentas del petróleo. Ni a aplaudir quiméricos avances democráticos en un país en el que las elecciones son una farsa y los opositores son encarcelados y torturados. Y todavía menos a abroncar a la prensa por cumplir con su deber, como si la información sobre Guinea siguiera siendo materia reservada.
Esta visita ha coincidido con la primera de Obama a África, de forma que el contraste resulta revelador. Mientras Obama reivindicaba la necesidad de una mirada de igual a igual hacia el continente, subrayando que no puede quedar al margen de la prosperidad pero tampoco del buen gobierno, la delegación española prefirió insistir en la continuidad con el pasado. Y llevó a Manuel Fraga como prueba y testigo.
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