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Relevo en los servicios secreto

El 'gafe' de manejar los hilos del CNI

La renuncia de Alberto Saiz como jefe del espionaje español alarga el gafe que acompaña ese puesto. Todavía se recuerda la polémica que causó la gestión de su predecesor, Jorge Dezcallar, durante la última etapa del Gobierno de Aznar. El abogado y diplomático vivió la transformación del Cesid en CNI, pero su labor se fue torciendo poco a poco. Se enfrentó a la muerte de varios agentes en Irak y el Gobierno del PP utilizó uno de sus informes para justificar su atribución a ETA de la matanza del 11-M.

Los mayores escándalos del Cesid se produjeron en la etapa de Emilio Alonso Manglano, su dueño absoluto entre 1981 y 1995. Primero fueron las escuchas del Cesid o la captación de conversaciones telefónicas de numerosas personalidades, incluido el Rey, de 1984 a 1991. Pero Manglano también se vio implicado en el escándalo más grande del Cesid, el de los papeles de Perote. El jefe de su Agrupación Operativa, Juan Alberto Perote, se llevó tras su destitución en 1991 miles de microfichas y material clasificado, que luego se utilizaron para los GAL. El escándalo provocó en 1995 la dimisión de Manglano, así como las del vicepresidente Narcís Serra y del ministro de Defensa Julián García Vargas. Un tribunal militar condenó en 1997 a Perote a siete años de prisión por la revelación de secretos relativos a la seguridad nacional. La Audiencia de Madrid le condenó en 2005 a cuatro meses por las escuchas.

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Otro salpicado fue Javier Calderón, jefe de 1996 a 2001, envuelto en el caso Vitoria, una trama de escuchas contra HB destapada en 1998. Calderón era también jefe de los servicios secretos en el 23-F y uno de sus subordinados, José Luis Cortina, fue juzgado y absuelto en el proceso por golpe de Estado frustrado.

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