Un toque de realismo
La reciente revisión de las previsiones económicas del Gobierno constituye un acercamiento a la realidad de nuestra situación económica que debe ser valorada positivamente. La Administración prevé ahora una caída del PIB del 3,6% este año y una, mucho menos intensa, del 0,3%, el que viene. Como es lógico, las peores perspectivas en cuanto a la actividad económica se reflejan en el empleo: según las estimaciones oficiales, el paro crecerá este año hasta el 17,9% de la población activa y alcanzará el 18,9% el año próximo. Estas previsiones se parecen a las de los organismos internacionales, especialmente a las de la Comisión Europea, si bien este organismo es más pesimista en lo que se refiere al empleo.
No hemos tocado fondo si por ello se entiende que el descenso de la producción se ha detenido
En cuanto al perfil de la evolución económica, la vicepresidenta segunda ha precisado que, tras la fuerte caída del primer trimestre, se espera un descenso menor en el segundo y suaves caídas después, hasta finales del año próximo. Sólo a partir de entonces comenzarían a registrarse incrementos. Todo esto es bastante razonable. Los matices pueden proceder de la evaluación de la tasa de paro (el aumento de un punto con una economía en recesión parece optimista, incluso teniendo en cuenta que la caída de la actividad sería muy moderada en 2010), y de la amplitud del déficit público en 2010, inferior al estimado tanto por el Banco de España como por la Comisión.
Desgraciadamente, y siguiendo en esto una línea que ya empieza a ser una tradición, no se dice nada de la balanza por cuenta corriente. Las estimaciones del déficit exterior para este año varían según las fuentes y van desde el 5,4% del FMI al 6,9% de la Comisión. Somos un país muy endeudado y la carga de este endeudamiento se refleja en la balanza de rentas cuyo déficit supera, con creces, la aportación positiva del turismo. Aunque sólo fuera por ello, merecería la pena que la Administración se preocupara más de este aspecto de la economía.
El perfil que sugiere la vicepresidenta debería arrojar alguna luz sobre las disquisiciones en torno a los brotes verdes de la economía y a la cuestión de si la caída del PIB ha tocado o no fondo. La respuesta es clara: no hemos tocado fondo si por ello se entiende lo que el sentido común sugiere, es decir, que el descenso de la producción se ha detenido. Este segundo trimestre se habrá registrado una desaceleración de la caída y a partir del verano habrá caídas pequeñas, lo que equivale a decir que tocaremos fondo en los próximos meses y permaneceremos en él un año largo.
La política económica deberá adaptarse a esta nueva situación. Tras haber tratado de combatir la caída de la actividad, deberá ahora convivir con el estancamiento. La situación de partida no es buena, ya que nuestro déficit será probablemente superior al de los grandes países de la UE, por lo que la política presupuestaria tiene poco margen y deberá ser mucho más selectiva de lo que ha sido hasta ahora. En cualquier caso, un diagnóstico realista de la situación es, sin duda, una condición indispensable para que la política económica se adapte a la fase del ciclo en la que nos encontramos.
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