Matisse, esplendor en la sombra
La Fundación Thyssen expone la etapa de madurez del artista, la menos conocida
Semiolvidada cuando no maltratada, la etapa de madurez de Henri Matisse (Le Cateau Cambrésis, 1869-Niza, 1954) se convierte ahora en objeto de deseo para los responsables de la Fundación Thyssen. Con una influencia comparable a la de Picasso tanto entre los historiadores como entre los coleccionistas y prolífico como pocos, el nombre de Matisse figura en todos los movimientos experimentales del siglo XX. Sus primeros años y los últimos de su trayectoria son los más conocidos, frente a su etapa de madurez, la que abarca desde 1917 hasta 1941, mucho menos difundida y ahora vengada. Es justo este periodo de plenitud el que desde mañana podrá contemplar el público a través de 74 obras, entre pinturas, esculturas y dibujos, procedentes de 50 museos y colecciones particulares de todo el mundo. Los paisajes interiores y exteriores, sus odaliscas y sus desnudos son los temas centrales de esta deslumbrante exposición. Todas las obras de este periodo están realizadas en Niza, ciudad en la que Matisse se instala cuando se vislumbra el final de la Primera Guerra Mundial.
Las 74 obras de la muestra proceden de 50 museos y particulares
La detención de su esposa e hija por la Gestapo influyó en su época final
Tomás Llorens, comisario de la muestra, señala que es el periodo de lujo en la obra de Matisse. No porque el artista se hubiera aburguesado -como durante años mantuvieron algunos críticos-, sino porque en esta etapa su dominio de la pintura es tal que, en cosa de tres segundos, es capaz de hacer un trazo maestro. Recuerda Llorens que fue Louis Aragon en su ensayo Henri Matisse, novela quien recogió la polémica sobre la relación de Matisse con el lujo: "El único lujo fue el lujo de la pintura, el pintar por pintar, el lujo de los sentidos y del espíritu, un lujo necesario".
Guillermo Solana, conservador jefe del museo, celebró ayer el hecho de que, por fin, se aborde en España de esta manera un clásico de la talla de Matisse. "En esta etapa se encuentra en pleno dominio de sus facultades. No necesita demostrar nada a nadie. Es un momento de intimidad en el que escoge formatos más pequeños y gran colorido. Desde un jardín cerrado crea un mundo muy próximo al espectador", explicó Solana.
Las dos primeras salas del recorrido están dedicadas a obras inspiradas en la pintura y el tiempo. La ventana sirve a Matisse de telón para jugar con el exterior y el interior: ahí se agrupan las primeras obras realizadas en Niza. Refleja la luz del sol en los interiores y sobre las figuras femeninas que se mueven en el fondo de las habitaciones que retrata.
Siguen cuadros protagonizados por paisajes, balcones y jardines realizados desde el interior. La belleza de los acantilados de Étretat y las figuras que conversan entre los olivos son las joyas de este apartado.
La visita a este Matisse poco conocido en España continúa con obras en las que se mezclan la intimidad y el ornamento con escenas de interior pintadas con las puertas y ventanas cerradas, donde las protagonistas femeninas son retratadas como si estuvieran ensimismadas.
En la década de los veinte, Matisse vuelve a mostrar su interés por los fondos inspirados en el arte musulmán: las mujeres conversan entre rejas o telas con adornos arabescos. A partir de ahí, Matisse se dedica al desnudo de mujer. Retrata a las odaliscas de todas las formas posibles: sentadas, bailando, con la mirada perdida en el horizonte. Hace también desnudos inspirados en los clásicos griegos. La mayor parte de las esculturas que se exponen son de esta etapa. Matisse admitía que esculpía cuando no sabía qué hacer con la pintura.
Al final de la exposición llegan los grandes dibujos firmados durante sus años de aislamiento, cuando su mujer y su hija han sido detenidas por la Gestapo y Francia ha sido ocupada por Alemania. Son momentos de sufrimiento insuperable en los que Matisse se deja llevar de nuevo por las figuras incorpóreas y echa el cierre a una etapa de su vida.
Babelia
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